viernes, 4 de septiembre de 2020

Historias del Coronavirus

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Historias del Coronavirus

- 4 septiembre, 2020 – 08:30

El 20 de marzo de 2020 micr.es publica mi artículo “El soldado de Nápoles (1)” y el 27, cuando ya estoy ingresado en el Hospital General Universitario de Ciudad Real, “El soldado de Nápoles (y 2)”, ambos dedicados a la epidemia de gripe, conocida en el mundo como española. Desde entonces, la sección “Desde el revés de la inopia”, que inicia mi gran amigo Rafael González Jiménez y que tras reiteradas peticiones de Eusebio García del Castillo asumo, está callada, en ella todo es silencio.

Quiebro ese silencio y al escribir un artículo relacionado conmigo rompo una constante mantenida desde mayo de 2015, cuando comienzo a colaborar con micr.es. Además, me veo en la obligación de comunicar a mis lectores que, con la excepción de hoy, todavía carezco de las fuerzas necesarias para encontrarme cada viernes con ellos en las páginas de este digital.

Y decirles que, desde luego, soy afortunado. Con neumonía en ambos pulmones, estoy con oxígeno casi tres meses (reservorio, en primer lugar, y después las llamadas gafas). Durante un buen número de días pienso que no consigo salir adelante, que puedo morir. No llego a estar en UCI, aunque permanezco siete días y siete noches en posición decúbito prono, es decir, tendido boca abajo y la cabeza de lado.

Eso sí, estoy en todo momento consciente, con el gran apoyo de la lectura. Y tras cuarenta días en el Hospital puedo seguir la recuperación en mi casa. Aún padezco ciertas secuelas, aunque espero y deseo su desaparición con el tiempo. Con frecuencia pienso, agradecido, en los trabajadores de la Sanidad Pública que me atendieron –personal médico, de enfermería, auxiliares, celadores y de limpieza–. Me salvan la vida, estoy convencido. Un recuerdo muy especial para mi médico de cabecera, gran valor de la tan olvidada atención primaria.

Dudo en contar públicamente mi experiencia personal, una más entre miles, muchas de ellas más duras –por ejemplo, un amigo estuvo hospitalizado noventa y tres días, un buen número de ellos en la UCI–. Pero  las imágenes de los manifestantes de la plaza madrileña de Colón el día 16 de agosto de 2020 me animan a hacerlo. Manipuladores e insensatos se congregan para negar, en esencia, que el virus es real.

He leído las declaraciones de algunos de los asistentes y no he podido evitar un sentimiento de tristeza ante esas actitudes que muestran un individualismo tremendo, mezclado con una malintencionada visión de la realidad. Estos terraplanistas de la sanidad pueden, por supuesto, pensar como quieran. Pero no deben con su negativa a la mascarilla poner en peligro la salud de sus semejantes. Primero, por legalidad y, segundo y más importante, por respeto hacia ellos.

Sólo voy a recordar a los negacionistas lo que comenta hace unos días un amigo, conductor de autobuses en Madrid. Durante el pasado abril él sigue trabajando, sin ningún viajero que transportar, y me confiesa que vuelve a su casa llorando a todo llorar pues lo único que llega a ver por las calles son vehículos mortuorios. Ahora, unos meses después, tiene que asistir a enfrentamiento entre viajeros cuando algunos de ellos suben al autobús sin mascarilla y, además, se encaran con los viajeros que les afean esa actitud.

En fin, entre mis lecturas recuerdo un libro de Slavoj Žižek, filósofo, sociólogo y crítico cultural esloveno. Escribe un sugerente texto al principio de la epidemia de coronavirus que se edita con el título Pandemia. La covid-19 estremece al mundo, con primera edición en mayo de 2020. Titula a uno de sus capítulos “¡Comunismo o barbarie, así de simple!” Y en él pone como ejemplo la nacionalización temporal de los ferrocarriles británicos por parte de Boris Johnson –que no es ningún comunista–, anunciada el 24 de marzo de 2020. También recuerda una parte de la conversación entre Julian Assange y Yanis Varoufakis, cuando el primero dice al economista y político griego lo siguiente: “esta nueva fase de la crisis está dejando claro, como mínimo, que todo vale, que ahora todo es posible”.

Claro, la crisis, que continúa la comenzada en 2008, es de tal envergadura que hasta la misma OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) recomienda en un informe recién publicado (Tax Policy Reforms 2020) medidas para salir de la crisis que no están muy alejadas de lo exigido por algunos sectores de izquierda, demonizadas, por supuesto, desde sectores conservadores y empresariales. Se llega a indicar que los Estados equilibren sus cuentas públicas mediante el incremento en los impuestos a la propiedad y a las ganancias del capital. Además, si durante la crisis que se desata a partir de 2008 el apoyo se centra fundamentalmente en bancos y empresas, ahora, además de tomar medidas para contener y mitigar la propagación de COVID-19, las ayudas se dirigen a empresas, hogares y sector de la salud.

Isidro Sánchez
Desde el revés de la inopia