Las empresas del Ibex-35 español tuvieron un gran control del país durante el franquismo, igual que tras la muerte del dictador. Por eso los poderosos españoles creen que todo el monte es orégano. Isaac Rosa escribió un irónico artículo a finales de 2014, “Los puticlubs del gran capital”, en el que comparaba casas de lenocinio con paraísos fiscales. Recordaba interesantes datos y afirmaba que el gran capital español es de los “más puteros del planeta”, pues muchas grandes fortunas tienen reservado un cuarto “en los clubes más selectos”.
Es cierto que suele hablarse de Suiza. Allí, se sabe gracias a Falciani, al menos 1.500 españoles son clientes fijos. Pero existe la sospecha, según Rosa, de la presencia en otros lugares de muchos capitalistas carpetovetónicos: “La casi totalidad (33 de 35) del Ibex-35 tiene filial en paraísos fiscales. Y cada vez más. Hay bancos y constructoras que, como los antiguos marineros, en cada puerto tienen una filial. El club favorito de los españoles es Delaware, en Estados Unidos ¿Ven lo que decía sobre los nombres intercambiables? Abres un garito en la carretera de A Coruña, le pones ‘Delaware’ en neón rosa con silueta de conejita y triunfas”.
En los clubes de carretera la Guardia Civil entra cuando se lo ordenan. Pero, ya se sabe, en los paraísos fiscales las autoridades no pueden inspeccionar y cuando un juez o institución piden información todo son dificultades. Y siguiendo la comparación Isaac Rosa concluía así: “El dinero, el dinero grande, el capital internacional, es muy de irse de putas. Y es en los paraísos fiscales donde el gran capital hace realidad sus fantasías más inconfesables: ¡Secreto bancario! ¡Sin impuestos! ¡Desregulación! ¡Blanqueo! ¡Testaferros! ¡Sociedades interpuestas! Todo aquello que no te atreves a hacer sin menoscabar tu reputación o tener problemas con la familia, pero que está a tu alcance con sólo aparcar en uno de esos garitos a las afueras”.
Pero de esas cuestiones se escribe poco o se habla poco. En los grandes medios de comunicación trabaja una mayoría de periodistas presa del miedo al despido y de la autocensura. A la vez, en ellos pontifica un conjunto de colaboradores y tertulianos, en buena parte paniaguados y defensores de lo establecido, “tartufos de la mediocridad”, según Gregorio Morán en su obra El cura y los mandarines.
Esos medios están para otra cosa –deportes, desinformación, grandes hermanos, política barata, silencios mediáticos, sucesos y, como mucho, corrupción de los políticos–, no para tratar la defensa de lo público y del interés general, las privatizaciones salvajes de recursos básicos, los problemas del ciudadano de a pié, la pobreza, los desahucios, las necesidades sociales, los valores de solidaridad y ayuda mutua, las tremendas desigualdades o los efectos sociales devastadores de las políticas austericidas. Esas realidades son muchas veces disfrazadas o tergiversadas, igual que la existencia de los paraísos fiscales, lo que allí se oculta, su utilidad como refugio de grandes fortunas, la forma de “lavar” dinero, el ahorro de impuestos, la presencia de bancos y fondos de inversión, su uso por las empresas multinacionales y un largo etcétera.
Un gran número de empresas del Ibex-35, según Datos de Observatorio RSC (2011) que citaba Patxi Zabalo (“Paraíso fiscal”, Diccionario crítico de empresas transnacionales. Claves para enfrentar el poder de las grandes corporaciones, 2012), tienen filiales radicadas en paraísos fiscales. Hasta 55 el Banco de Santander, 45 Repsol, 34 ACS, 28 BBVA, 25 Ferrovial, 24 FCC, 23 Sacyr Vallehermoso, 19 Abertis, etcétera, etcétera. Estos son los que frecuentemente hablan de patria, cuando, ya se sabe, su única patria es el dinero.
En fin, se habla o escribe, con razón, de corrupción política pero mucho menos de corrupción por parte de los grandes poderes financieros. O sea, se habla mucho de corruptos pero poco de corruptores y lo cierto es que para cobrar comisiones, por ejemplo, alguien tiene que pagarlas. No obstante, la mayor corrupción es gobernar para las oligarquías, el poder real, y no para el interés general.
Isidro Sánchez Sánchez
Desde el revés de la inopia
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