miciudadreal - 19 abril, 2019 – 08:39
A los
periodistas asesinados, censurados o perseguidos
El título del artículo alude a la frase del periodista argentino Rodolfo Jorge Walsh (1927-1977), asesinado por paramilitares y desaparecido posteriormente, que en 1957 publica la novela Operación masacre. Un proceso que no ha sido clausurado.
Inicia entonces una intensa investigación que le lleva a publicar una serie de artículos periodísticos sobre el tema. Hace con su actividad lo que debe ser el preceder de un periodista, intentar controlar al poder y descubrir la verdad. Y eso le cuesta la vida. Después de la primera edición en libro publica otras con similar presentación de los hechos pero con diversos cambios.
Como se sabe, en 1956 fracasa un golpe cívico-militar contra la dictadura (1955-1958), cuyos autores llaman hipócritamente Revolución Libertadora, pero que era de carácter anticomunista y antiperonista. En un descampado de la localidad de José León Suárez, provincia de Buenos Aires, son asesinados varios civiles sospechosos de formar parte del alzamiento. Sin embargo, hasta siete personas logran sobrevivir a la matanza.
Walsh se convierte así en pionero en el género del llamado nuevo periodismo. Es decir, es el primero en poner en clave de ficción hechos periodísticos reales en su emblemática novela. Lo hace antes que Truman Capote, por tanto, que da a la luz pública nueve años después, en 1966, su novela In cold blood (A sangre fría). Sin embargo, es frecuente señalar al periodista estadounidense como creador del género. Y es que de la novela de Capote se han realizado múltiples ediciones y la vida y la obra del escritor estadounidense se ha llevado al cine en varias ocasiones: In cold blood (Richard Brooks, 1967), Truman Capote's Trilogy (Frank Perry, 1969), In cold blood (Jonathan Kaplan, 1996) y Capote (Bennett Miller, 2005). Por eso, muchos estudiosos señalan el nacimiento del nuevo periodismo en EE UU y no en Argentina
Hoy, en general, contamos con Grandes Medios de Persuasión y Propaganda (GMPP) y no con prensa libre, defensora de la verdad, controladora del poder y pendiente de los intereses generales. Hoy como ayer. Es decir, en gran medida todavía es válida una frase de Gilbert Keith Chesterton (1874-1936). En 1908 escribe Ortodoxia, uno de sus libros más representativos. Pido al lector una reflexión sobre ella pues describe una realidad en el mundo de la prensa que hoy, incluso, se ha agravado.
Es larga, pero merece la pena recordar la traducción literal: “Y nosotros mismos hemos confiado hasta el último momento en los periódicos como órganos de la opinión pública. Hace muy poco que algunos hemos reparado (y no de manera paulatina, sino con un sobresalto) en que evidentemente no lo son, sino que se trata sólo del juguete de un puñado de millonarios. No hay por qué rebelarse contra la antigüedad; contra lo que debemos rebelarnos es contra la novedad. Quienes dominan el mundo moderno son los nuevos gobernantes, el capitalista o el editor. No hay peligro de que un rey moderno intente saltarse la Constitución, es más probable que la pase por alto y conspire a sus espaldas; no se aprovechará del poder real, es más probable que se aproveche de la impotencia real, del hecho de que está a salvo de las críticas y la publicidad. El rey es el individuo más privado de nuestra época. No será necesario que nadie combata una propuesta para imponer la censura a la prensa. No necesitan que se censure la prensa. Es la propia prensa la que ejerce la censura”. Ese puñado de millonarios consigue hoy, como ayer, que sean los propios medios los que realicen su censura.
Al analizar la evolución y la situación actual de la prensa hay que tener en cuenta una serie de premisas. Recordemos sólo cuatro. Primera, su relación con el poder. Si, como afirmaba Martin Baron, director del Washington Post, “el periodismo es pedir cuentas al poder” (El País, 25.1.2016), hoy, puede afirmarse que, generalmente, los GMPP no cumplen ese objetivo, tanto en nuestro país como fuera de él.
Segunda, el tema de las fake news, mentiras, falsedades o paparruchas en castellano. Uno de los último ejemplos lo tenemos con la cuestión de Venezuela y la ayuda humanitaria. Una buena parte de los periódicos de todo el mundo reproduce una fotografía de un puente entre Colombia y Venezuela, cerrado con contenedores por Maduro (así se decía). Pero un periódico argentino, Página 12 (Buenos Aires, 23.2.2019), llega a demostrar que el puente estaba cerrado en realidad desde 2016, pues Colombia no cumple el acuerdo de construcción.
La tercera tiene que ver con la uniformidad en lo fundamental, claramente expresado con una viñeta de El Roto en la que un hombre sentado ante un televisor dice “¡Ciento cincuenta canales y todos son el mismo!” (El País, 27.10.2016). Salvo excepciones, la reiteración de la misma cantinela abunda en los medios de comunicación españoles, mucho más que en países de nuestra entorno. La homogeneidad es ciertamente exasperante. Y es que el periodismo de investigación prácticamente ha desaparecido.
La cuarta se relaciona con el hecho de que los grandes medios de comunicación están en poder de la banca: La Vanguardia (La Caixa), El País (Santander), ABC (BBVA), El Periódico (La Caixa), La Razón (Sabadell) o El Mundo (Unipol), aunque el control va cambiando (Cafèambllet.com, 15.4.2014).
En definitiva, estamos ante mercaderes de la prensa, como ha escrito el periodista Pascual Serrano (Traficantes de información. La historia oculta de los grupos de comunicación españoles, 2010). De manera que, como decía El-Hajj Malik El-Shabazz (Malcolm X), “Si no estáis prevenidos ante los medios de comunicación, os harán amar al opresor y odiar al oprimido”.
Isidro Sánchez
Desde el revés de la inopia
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