miciudadreal - 24 junio, 2016 – 09:51
Owen Jones ha dicho hace pocos días en Gijón que votar a Unidos
Podemos es combatir la política de la extrema derecha. Pero, ¿quién es
Jones? Es un joven escritor británico, columnista de The Guardian y autor de los libros Chavs, la demonización de la clase obrera (2011) y El Establishment. La casta al desnudo (2014).He leído en días pasados el segundo y tengo que decir que me ha entusiasmado. Su lectura ayuda a entender lo ocurrido ayer en gran Bretaña con la victoria del Brexit y, además, es una fotografía de lo sucedido en España en los últimos lustros. Aquí nuestros banqueros y sus políticos copian normalmente lo malo, lo hacen burdamente y con retraso pues casi todo les vale gracias al control asfixiante de los grandes medios de comunicación.
Para comprender su postura ideológica sirve una sola frase: “La privatización de lo público amenaza la democracia” o el recuerdo de una encuesta de IPSOS citada referida a la actitud de los parlamentarios: más del cincuenta por ciento de los británicos cree que sus parlamentarios anteponen sus propios intereses a los generales, el setenta y dos no confía en que digan la verdad y el sesenta y cinco cree que por lo menos la mitad de ellos usa su poder para obtener ganancias personales.
En su último libro, El Establishment, analiza cómo las actuales esferas de poder comienzan a asentarse a finales de los setenta con una ideología neoliberal propia de la derecha política, aunque desde los cincuenta sus fundaciones y escuderos prepararon el camino. El neoliberalismo se ensayó en Chile y Argentina a golpe de fusil, con asesinatos, desapariciones y represiones. Más tarde llegó por vía democrática a Gran Bretaña, desde la victoria de Margaret Thatcher en 1979 y la derrota de los sindicatos fue el primer paso. Dos años más tarde a EE UU, tras el acceso al poder de Ronald Reagan en 1981. Y después el pensamiento neoliberal se ha extendido como la espuma. La izquierda laborista, como la socialdemocracia europea, en todo ese proceso permaneció sentada a la espera y luego, durante los gobiernos de Felipe González (1982-1996), Tony Blair (1997-2007) o Gerhard Schröder (1998-2005) se acercó peligrosamente a dicho pensamiento. La reciente elección en primarias de Jeremy Bernard Corbyn es un primer intento de cambio hacia posturas más izquierdistas dentro del Laborismo.
Primero se promovió, afirma Jones, una mentalidad de codicia generalizada entre la élite empresarial, que después infectó también a la clase política. De manera que los políticos se han convertido en “representantes descarados de los intereses privados, tanto dentro como fuera de Westminster”. Y, sin embargo, quienes se ven sometidos a una vigilancia y a unos ataques implacables son los críticos del statu quo”.
Por eso, el mundo político británico está bajo un sofocante yugo ideológico, que propicia la bajada de impuestos a los ricos, la privatización de recursos públicos, los recortes de la seguridad social o el debilitamiento de los sindicatos, es decir, la reducción del Estado. Y todo ello se hace pasar continuamente por normal, por la actividad del “centro” político, del que sólo se desvían los extremistas y los que nunca saldrán elegidos.
Los medios de comunicación tienen un papel fundamental en el Establishmentbritánico. Con distorsiones, medias verdades o falsedades, se ocupan preferentemente de los que están más abajo y desvían la atención para que no se supervise, para que nadie se ocupe de los poderosos, de los ricos de verdad. Pero esto no debe sorprender a nadie, “dado que sus propietarios también forman parte de esa élite y están comprometidos ideológicamente con el statu quo”. Ya se sabe, la mayoría de los grandes medios de comunicación son controlados por un reducido número de propietarios con intereses políticos y económicos.
En fin, el régimen actual nunca se ha ganado los corazones ni las mentes del pueblo británico, afirma Jones, tal como muestran constantemente las encuestas. La mayoría de la población está a favor de subir los impuestos a los ricos y en contra de la privatización de los servicios públicos para que unos pocos obtengan beneficios. Además, la confianza en las principales instituciones ha alcanzado un punto muy bajo. Sin embargo, promover la idea de que no hay alternativa –como dice el eslogan no oficial del Establishment– “ha resultado ser una victoria ideológica tremenda, que ha obtenido una aceptación y una resignación generalizadas y ha drenado la voluntad de resistir”.
¿Les suena todo esta música para el caso español? Pues muy parecido pero con el retraso que impone la resistencia al cambio y la adaptación a la situación democrática. Ahora, por primera vez en muchas décadas hay una posibilidad de que no sigan actuando con la impunidad que les caracteriza. Están nerviosillos pues el aparato fiscal y la distribución del gasto benefician a quienes menos deberían beneficiar. Y eso puede cambiar a partir del 27 de junio.
Isidro Sánchez
Desde el revés de la inopia
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