miciudadreal - 21 octubre, 2016 – 09:39
El académico Juan Luis Cebrián Echarri y el potentado Felipe González Márquez, dos angelitos procedentes del franquismo enriquecidos en la democracia, han encabezado el golpe contra Pedro Sánchez Pérez-Castejón. Lo de “Isidoro”, lanzando desde Chile el santo y seña para el comienzo, lo dejo para otro día. Lo del superpagado Cebrián, uno de los amos del cotarro en el régimen del 78, es sólo un muestra del punto degenerativo al que han llegado los medios de comunicación en España.
El socialista Josep Borrell Fontelles afirmó en la SER, en el programa de la camaleónica María José Bueno Márquez (Pepa Bueno), lo siguiente: “Que yo sepa, el grupo Prisa no puede cesar a Sánchez”. A pesar de esa voluntarista declaración Cebrían, con el concurso de su camarada González, lo ha logrado. Para ello ha utilizado desde el pasado 26 de junio 42 portadas y 26 editoriales de El País (Vozpópuli, 30.9.2016), uno de los últimos con la frase “insensato sin escrúpulos”, que ya ha quedado para la historia de la infamia en la prensa. El periódico de Cebrián nunca ha tratado así a Aznar o a Rajoy, dirigentes de un partido pringado hasta las cachas en la corrupción.
Martin Baron, actual director de The Washington Post, declaraba a comienzos de este año que “periodismo es pedirles cuentas a las instituciones poderosas” (El País, 25.1.2016). De acuerdo con el periodista estadounidense. Si periodismo es presentar por procedimientos diversos lo que incomoda al poder hay poco periodismo hoy en los grandes medios de comunicación españoles, controlados por la banca y la ultraderecha política. Abundan, por el contrario, el babeo o el baboseo y el “periodismo de felación”, como se dice frecuentemente en el mundillo periodístico.
Hace unas semanas, en la inauguración de un curso de verano celebrado en el Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Cádiz, el periodista deportivo José María García se despachó a gusto sobre la situación en España con una conferencia titulada así: “La muerte del periodismo: caciques rozando la delincuencia, políticos corruptos, dirigentes discapacitados y colegas bufones”. Y, sin hueco para la esperanza, afirmaba que “Hoy el periodismo está peor que ayer pero mucho mejor que mañana”.
Ya se sabe que los tres poderes emanados de la Revolución liberal son el ejecutivo, el legislativo y el judicial, que, según Montesquieu, deben estar repartidos entre personas diferentes para garantizar la libertad. En el siglo XIX se acuño la expresión “cuarto poder”, para referirse a la prensa escrita, presentada inicialmente como una ampliación del punto de vista de Montesquieu.
Hoy la prensa no es el cuarto poder, evidentemente, es un apéndice más del poder de los medios económicos. El cuarto poder es, en todo caso, el periodismo de investigación, que hoy está en franca retirada y casi en extinción. Lo que hay son filtraciones de informes que suelen responder a luchas políticas o económicas.
Pascual Serrano, experto en medios de comunicación lo dice así: “Tras este repaso a los grupos de comunicación no puede haber ninguna duda en recurrir al término «traficantes» como el que mejor los identifica, puesto que hemos encontrado fraudes fiscales, especulaciones urbanísticas, violaciones de las medidas contra la concentración, atropellos laborales mientras altos directivos disfrutan de sueldos millonarios y contratos blindados, ejecutivos con sentencias judiciales que les implican en connivencia con la mafia, fortunas nacidas a la sombra del nazismo, empresas que comercializan armas para dictaduras, implicaciones al más alto nivel con el franquismo…” (Traficantes de información. La historia oculta de los grupos de comunicación españoles, 2010).
Los cuatro diarios más importantes de Madrid (El País, ABC, El Mundo y La Razón) siguen perdiendo credibilidad y, por tanto, ventas. Han reducido su volumen agregado de negocio desde 2007 en un 57,8 por ciento, según la revista Noticias de la Comunicación (Septiembre de 2016).
Hoy se trataría de recuperar la esencia del periodismo, o sea, controlar al poder económico, omnipotente en España, y al político, en buena medida subordinado al primero. Es difícil, dada la fuerza del aparato mediático del sistema dominante, pero es posible hacerlo, a condición de que dejemos de ser acríticos, conformistas y miedosos. De momento, la única opción pasa por el refugio en el mundo digital, donde todavía la élite económica y la ultraderecha no son hegemónicos. Ya lo decía el periodista y escritor argentino Rodolfo Walsh: “El periodismo es libre o es una farsa”.
Isidro Sánchez
Desde el revés de la inopia
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