miciudadreal - 28 octubre, 2016 – 09:36
La mayoría de los lectores de los textos incluidos en la sección “Desde el revés de la inopia” no conocen a su autor, como se puede observar en muchos comentarios que acompañan a los artículos. Por cierto, el autor es lo de menos, lo importante es el contenido. Si hay acuerdo con los rasgos generales sería bueno mostrar los porqués y si hay desacuerdo igual. Decir desde el anonimato que el autor es rojo o azul, patético o brillante no lleva a ningún sitio.
Al lado de muchos lectores, llenos de certidumbre y poseedores de la verdad, yo siento con frecuencia todo lo contrario y pienso en “La ventolera”, reflexión del escritor uruguayo Eduardo Galeano (El libro de los abrazos, 1989): “Silba el viento dentro de mí. Estoy desnudo. Dueño de nada, dueño de nadie, ni siquiera dueño de mis certezas, soy mi cara en el viento, a contraviento, y soy el viento que me golpea la cara”.
Mis colaboraciones en el diario digital ciudadano micr.es se suceden todas las semanas desde mayo de 2015. Y esos textos, que deberían ser el centro del debate, sirven de lente en demasiadas ocasiones para juzgar al autor. Visto a través de ellos es creador de artículos estupendos o bien un imbécil, depende del cristal que se aplique. Sin embargo, esa situación, a veces incómoda, sirve para permanecer en pie, posibilita mantenerme erguido. Es decir, son los vientos contrarios los que permiten el equilibrio. Un viento dominante en una dirección terminaría por hacerme perder la estabilidad y caer.
Recuerdo que una idea similar expresaba el escritor sueco Per Olov Enquist en su magnífico libro Otra vida (2008) al recordar las críticas a una de sus obras. La biblioteca del capitán Nemo (1991), que según él mismo afirma le salvó la vida al apartarle del alcohol, es una verdadera joya literaria y Otra vida es una excelente memoria de la segunda mitad del siglo XX, además de presentar la conmovedora vida del escritor, desde su infancia hasta la tremenda lucha contra el alcoholismo. Ambos libros no se han traducido en España hasta el año pasado.
La crítica es necesaria, según creo, es la que hace moverse al mundo. La conformidad, el acomodo en lo sabido, la falta de perspectiva llevan a la inmovilidad y a la inacción. El siempre ha sido así y así seguirá siendo siempre, defendido por sectores tradicionalistas e integristas, así como el denominado pensamiento cómodo, aumentan el conservadurismo e impiden el avance social. Además, la mayor parte de los estudios sobre la ignorancia presentan una característica principal: induce a obrar en contra de los propios intereses, sin percibirlo siquiera.
Parte del problema es que en nuestro país los ejemplos que tenemos no son edificantes, ni los valores trasmitidos, ni las referencias personales aupadas al estrellato mediático. La crítica serena y reflexiva, la confrontación dialéctica ordenada, se cambian por debates que son pura basura en demasiadas ocasiones, llenos de insultos, de lugares comunes, de griteríos, de falta de respeto. Los tertulianos, presentados muchas veces como periodistas, son espejo de lo que no deberían ser. Por ejemplo, como decía Rosa María Artal (eldiario.es, 2.3.2015), “La sociedad no debería confundir con periodistas a los paniaguados que dictan su doctrina en la tertulias”. Hay mucho periodistas honestos y esforzados, por supuesto, pero muchas veces lo tienen difícil.
Los creadores de modelos colectivos como referencia se difuminan en nuestro país, con un presidente de gobierno, por ejemplo, que cambia constantemente la terminación ado por ao. En España las referencias de élites políticas, culturales o sociales son poco edificantes e inmersas en la mediocridad.
Como muestra puede servir ese presidente que lanza frecuentes estupideces. Recordemos algunas: “La cerámica de Talavera no es cosa menor, dicho de otra manera: es cosa mayor”, “Un vaso es un vaso y un plato es un plato”, “Porque después del año 14 viene el año 15”, “Nadie puede decir que el gobierno no ha gobernado y que el presidente no ha presidido”, “Valencia siempre fue Valencia”, “España es una gran nación y los españoles muy españoles y mucho españoles” o “Lo serio es ser serio”. Pero la que cuadra a la perfección con el personaje es esta: “Lo que nosotros hemos hecho, cosa que no hizo usted, es engañar a la gente”.
Y la persona que articula esas tontunas, dirigente del partido más corrupto y líder de la camarilla que mejor maneja el negocio de la corrupción, va a ser otra vez presidente del gobierno español. Claro, que las idiotas e insaciables élites económicas están muy contentas. Por fin funciona la gran coalición, aunque sea de forma vergonzante.
Isidro Sánchez
Desde el revés de la inopia
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