miciudadreal - 18 noviembre, 2016 – 08:05
Veterinaris per al tercer món (VETERMON) nace en la Universidad Autónoma de Barcelona en 1987. Creada por estudiantes y profesionales de veterinaria, al poco tiempo cambió su denominación por Veterinarios Sin Fronteras. En 2008 se aprueba una nueva política de cooperación y el objetivo de la organización se define así: “Promover desde la cooperación un modelo de desarrollo rural justo en favor de la Soberanía Alimentaria, como propuesta que dignifique la vida campesina y garantice la sostenibilidad ambiental, social y cultural del Derecho a la Alimentación para toda la población mundial”.
En 2012, como consecuencia de esa nueva visión, se establece una nueva entidad asociativa y se presenta públicamente como VSF Justicia Alimentaria Global. La asociación está formada por personas que creen en la necesidad de cambiar el sistema agroalimentario actual, que oprime y expulsa a las comunidades rurales, y destruye el medio ambiente, cambio que pasa por conseguir la Soberanía Alimentaria.
La organización desarrolla campañas como “Banca bajo control”, que denuncia la especulación alimentaria y la participación en ella de los bancos; “25 gramos”, que alerta de los peligros asociados al incremento del consumo de azúcar, denuncia las estrategias de la industria alimentaria y exige que se regule comercialización y publicidad; “Mentira podrida”, que manifiesta la utilización fraudulenta de reclamos como artesano, hecho en casa, tradicional, natural, sano, tradicional, casero… Intentan vender atributos o propiedades que los productos no tienen en realidad.
Ahora desarrollan “Dame veneno”, campaña contra la alimentación insana, y han editado el interesante y documentado informe Viaje al centro de la alimentación que nos enferma (Barcelona, 2016). La principal conclusión que se desprende es que hay que revertir, mediante políticas públicas, un sistema alimentario que nos condena a muchas más enfermedades. Los efectos nocivos son más graves según clase social y género de la población afectada, de manera que la desigualdad social, económica y cultural coloca en una posición de mayor riesgo a las clases más bajas y a las mujeres, con especial incidencia en la población infantil.
Una alimentación inadecuada –el 70% de nuestra dieta se basa en alimentos procesados o ultraprocesados–, con exceso de azúcares añadidos, sal y grasas insalubres, es el primer factor de pérdida de salud y origina obesidad, diabetes, enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer. En España, donde mueren cada año unas 90.000 personas por enfermedades relacionadas con la alimentación insana, la situación es preocupante, aunque estamos ante un fenómeno global.
Los responsables del informe señalan tres actuaciones necesarias para empezar a revertir el problema de la deficiente alimentación: control, que no autocontrol, de los grandes anunciantes alimentarios; política decidida de información en el etiquetado de los alimentos; e intervención sobre los precios, para encarecer el coste de los productos más insanos y abaratar el de los más nutritivos. Además, hay que buscar el fomento de la agricultura familiar campesina y los mercados alimentarios locales.
En el informe se señala que la alimentación insana no es un problema individual sino una pandemia con causas claramente sistémicas y estructurales que tiene soluciones: “Frente a estas causas, no sirven las medidas amables basadas en pequeñas campañas educativas sobre buenos hábitos alimentarios. Como en otras problemáticas estructurales que afectan a la mayor parte de la población, las respuestas deben ser políticas y coordinadas. La necesidad de una política pública que aborde decididamente el conjunto de causas comprobadas ya empíricamente y denunciadas por todos los organismos internacionales independientes. Es imprescindible una política pública fuerte que modifique los aspectos sociales, económicos y culturales que provocan la alimentación insana”.
Es difícil que el gobierno que ahora empieza su marcha adopte soluciones en ese camino, atento como está a las intimidaciones de los grupos de presión y de los poderes financieros, en este caso los intereses de las grandes empresas de la alimentación. Por eso, hay que presionar al gobierno para que cambie la situación con una legislación más atenta a los intereses de la sociedad y no de una minoría, como suele.
En la conclusión se llega al ejercicio de resumir en una frase lo que se intenta exponer con el informe: “el consumo excesivo de alimentos procesados (cargados de sal, azúcares y grasas insalubres) nos está enfermando. De hecho, es lo que más nos enferma. Es más, cada vez nos enferma más. Y es perfectamente evitable”.
Isidro Sánchez
Desde el revés de la inopia
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