miciudadreal - 25 noviembre, 2016 – 09:43
Hoy, 25 de noviembre, se celebra el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, según declaración de la Asamblea General de la ONU de 17 de diciembre de 1999, mediante la resolución 54/134. Son muchas las razones, pero pueden resumirse así: La violencia contra la mujer es una violación de los derechos humanos, consecuencia de la discriminación que sufre, tanto en leyes como en la práctica, que se manifiesta en la persistencia de desigualdades por razón de género. Hay que recordar que hasta el 70 por ciento de ellas sufre algún tipo de violencia en su vida. Con tal motivo quiero ocuparme del tema de la mujer en la historia en una serie de cuatro artículos.
Las mujeres de Oregón consiguen en 1912, después de polémicas importantes, el derecho a votar a los cargos públicos electos. Así, en medio de controversias diversas, J. E. Murphy publica una malintencionada caricatura el 16 de diciembre de 1911 bajo el título “Se acerca el año bisiesto” (“Leap Year is Coming”) en el Oregon Journal, diario de Portland. La Miss 1912, lujosamente vestida, contempla las fotografías enmarcadas de diversos candidatos, como si de potenciales maridos se tratase, mientras el Tío Sam aparta la vista del periódico y sonríe divertido.
En España la consideración de la mujer, cuando en Oregón se aprueba su derecho al voto, pasa en gran medida por la idea de que sólo nace para ser madre. Esa radical opinión expresa en 1912, por ejemplo, Nicolás García Carrasco en el artículo “La influencia social de la Mujer y el Feminismo”, publicado en la revista talaverana El Comercio (15.8.1912).
Merece la pena recordar parte del texto pues no tiene desperdicio: “Yo combatí el Feminismo reinante, aduciendo argumentos que nos brindan las ciencias químico-biológicas y aun la misma Filosofía, para demostrar, que el organismo de la mujer no está hecho para ciertas profesiones que exigen una gran fuerza intelectiva, por que la mujer solo nació para ser madre y los intereses de la especie son sagrados, puesto que al desatender estos, las razas degeneran y la especie se mantiene en peligro constante”. En el número extraordinario de dicha revista, dedicado exclusivamente a la mujer, es posible encontrar la mayoría de las claves del pensamiento de la época sobre el papel de la mujer en la sociedad. Pensamiento, por otra parte, muy extendido en la mayoría de las sociedades y de las culturas.
Además de la maternidad la mujer tiene otra alternativa. Proudhon, sin que ese fuera el pensamiento de anarquistas posteriores, llega a escribir que “La mujer es una especie de término medio entre el hombre y el resto del reino animal, y que es un ser naturalmente inferior con dos únicas salidas: madre o prostituta”.
La idea es simple y se expresa con la generalizada creencia de que el organismo de la mujer está concebido para el hogar y la familia. En ese sentido, su misión es aprender a ser madre, saber educar a sus hijos, lo que debe conocer cuando es hija. Resulta evidente que el pensamiento expresado está hoy superado, aunque perviven todavía planteamientos similares en determinados sectores sociales.
La mujer ha estado y está discriminada, hecho socialmente comprobado y en la mayoría de las ocasiones admitido. Las formas de discriminación han variado con la historia. Tradicionalmente ha sido ubicada en un sistema social caracterizado por una estructura del trabajo dividida por sexos. Confundir la función económica que cumple con su condición biológica y aceptar o justificar la estructura legal ha sido una cuestión querida por el hombre y a veces asumida por la mujer, debido a diferentes causas, a lo largo de los siglos.
Con todo, se establece frecuentemente una lucha entre hombres y mujeres que se manifiesta, sobre todo en la época contemporánea, con el nacimiento de los movimientos feministas, empujados por el ansia de libertad. Se trata de alcanzar la categoría de persona, no contra el hombre como tal sino en oposición a lo que supone su ideología.
Las revoluciones burguesas cambian la situación de la mujer. Aunque los principios fueran unos, como en tantas otras cuestiones, la realidad es diferente. Y las mujeres pasan a convertirse, en el mejor de los casos, en “muñecas de salón”, como escribe Monserrat Roig, en objetos pasivos que complacen la caballerosidad y galantería del nuevo hombre de la burguesía.
La violencia contra las mujeres es una de las manifestaciones del machismo, con formas diversas, aunque no legitimadas por el entorno social, como el maltrato económico, emocional, físico, sexual o sicológico. Además, nuestra sociedad está llena de prácticas interpersonales aceptadas en muchas ocasiones por el entorno social. Los que conocemos como micromachismos.
A pesar de los restos de ese pensamiento conservador y machista, las nuevas situaciones han sido posibles gracias a decididas actitudes de las mujeres, que han protagonizado un avance importante, aunque todavía insuficiente, en su posición social y su papel en la sociedad actual.
Isidro Sánchez
Desde el revés de la inopia
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