viernes, 10 de febrero de 2017

Miguel Hernández (y 2)

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- 10 febrero, 2017 – 09:30

El poeta oriolano tiene estrecha relación con una serie de personajes de Castilla-La Mancha, desde Víctor González Gil, escultor talaverano, hasta Miguel Prieto Anguita, pintor de Almodóvar del Campo, pasando por el artista toledano Alberto Sánchez Pérez o el albaceteño Benjamín Palencia Pérez. isidroSanchezDurante la guerra entabla amistad con José Herrera Petere, escritor de Guadalajara, y tras la contienda comparte cárcel con el dramaturgo alcarreño Antonio Buero Vallejo, autor del conocido retrato a lápiz del poeta. También tiene vinculación con determinadas poblaciones de Castilla-La Mancha, como Alcázar de San Juan, Puertollano y Ocaña.

El Eco Hernandiano, número 16
El Eco Hernandiano, número 16

A fines de noviembre de 1931 Miguel Hernández viaja a Madrid, con la intención de dar a conocer sus escritos. La aventura no es muy feliz y de vuelta a su Orihuela natal vive una mala experiencia en Alcázar de San Juan. Desengañado, sin éxito y sin dinero regresa en tren el día 16 de mayo de 1932, con un billete de caridad a nombre de un amigo.
Lo cuenta el propio Hernández: “Llega la noche y salgo de Madrid… y en seguida me detienen. Me dicen que soy un estafador; qué suplanto la personalidad de otro; me escarban todos los bolsillos; me insultan y avergüenzan cien veces, y cuando el tren llega a Alcázar de San Juan, me hacen descender y entrar en la cárcel escoltado, no por dos imponentes guardias civiles, por dos serenos viejos y socarrones” (Ero, “Miguel, en Alcázar”, La Vanguardia Española, 8.5.1971). Permanece en la cárcel de dos de la madrugada a cuatro de la tarde del 17, hasta que Ramón Sijé, su “compañero del alma”, a petición del poeta, envía el dinero necesario para zanjar el incidente.
La República avanza y con ella las Misiones Pedagógicas, interesante actividad cultural patrocinada por el Gobierno republicano, según proyecto del Museo Pedagógico Nacional, centro de investigación inspirado en la filosofía de la Institución Libre de Enseñanza. El número 16 de la revista El Eco Hernandiano (2010) se ocupa de las cuatro que protagoniza Miguel Hernández, como escribe el periodista leonés Miguel Ángel Nepomuceno, las tres primeras por las provincias de Murcia y Salamanca y la cuarta por la de Ciudad Real, del 12 al 21 de marzo de 1936, concretamente en Puertollano, Mestanza, Solana del Tamaral, Valdepeñas y Albaladejo. Una placa,  colocada en 2014 en la calle Aduana de Puertollano (micr.es, 24.3.2014), recuerda aquel viaje.

Placa a Miguel Hernández en Puertollano
Placa a Miguel Hernández en Puertollano

Durante la guerra, Miguel Hernández participa con Miguel Prieto en La Tarumba, grupo creado por el pintor de Almodóvar del Campo, y en un folleto titulado La tarumba, guiñol satírico al servicio de la guerra, que recupera Aitor. L. Larrabide en La Lucerna (n.º 35, abril-mayo de 1995) escribe lo siguiente: “Este teatro pequeño, lo mismo que el mayor, cumple en su risueña atmósfera la seria misión trascendente de corregir los errores, de publicar las suciedades y flaquezas, de enmendar la vida, siempre expuesta a desmerecer, del hombre y estimular su ansia de superación”.

Ahora (12.5.1937)
Ahora (12.5.1937)

Compromiso social y militancia comunista le llevan, tras el episodio portugués, a un peregrinaje de dolor por las cárceles franquistas, hasta su muerte el 28 de marzo de 1942, con tan sólo 31 años de edad. Hay otros eventos relacionados con Alcázar pero basta recordar la carta que acompaña a este artículo, enviada a Josefina desde Alcázar el 23 de abril de 1939, antes de su ingreso en prisión, conservada en El Legado Miguel Hernández, que puede consultarse en la página de la Diputación Provincial de Jaén.
El 29 de mayo entra en Portugal clandestinamente, pero es detenido por la policía salazarista en Moura ‒donde en 2012 se le dedica un jardín, de unos 1.600 metros cuadrados, con una representación de la variedad de olivos de la región‒ y entregado a las autoridades españolas en Rosal de la Frontera donde, según diversos testimonios, le pegan y torturan hasta orinar sangre. Tras juicio sumarísimo, celebrado a mediados de enero de 1940, es condenado a la pena de muerte, aunque en julio se le conmuta por treinta años de prisión. En septiembre es trasladado a la prisión provincial de Palencia y, más tarde, al penal de Ocaña.

Carta a Josefina
Carta a Josefina

Gracias a Florentino Hernández Girbal, que evoca en la revista de Orihuela La Lucerna (n.º 35, abril-mayo de 1995) Francisco Martínez Marín, tenemos noticia de la llegada del poeta a Ocaña y del homenaje que allí organizaron algunos presos. Cuenta que entra en el penal el 2 de diciembre de 1940, donde permanece aislado hasta el 27. Los que conocen a Hernández piensan en hacerle un recibimiento cariñoso, acto que resulta inolvidable. Doce presos condenados a reclusión perpetua, sentados sobre petates en círculo, comen entregados a la cordialidad, a la camaradería y al buen humor, lejos de engolamientos. Todo, recuerda Martínez, es sincero y espontáneo. Miguel Hernández lee unas líneas y sus compañeros piden que recite. Entre otros poemas, les regala ‘El sudor’ y ‘El niño yuntero’, con “tanta verdad y sentimiento” que todos se emocionan.
De “El sudor”, precisamente, es esta última estrofa: “Entregad al trabajo, compañeros, las frentes: // que el sudor, con su espada de sabrosos cristales, // con sus lentos diluvios, os hará transparentes // venturosos, iguales” (Hora de España, n.º 9, 1937, p. 49). El sudor es muestra del cansancio, está claro, pero es también una invitación a la resistencia.

Isidro Sánchez

Desde el revés de la inopia


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