miciudadreal - 24 febrero, 2017 – 09:14
Isidro Sánchez Sánchez
Hoy comienza en Madrid el congreso Las otras protagonistas de la transición. Izquierda radical y movilizaciones sociales, organizado por la Fundación Rafael Seguí, próxima al sindicato CGT, que cuenta con la colaboración del Departamento de Ciencia Política y de la Administración II (UCM) y la International Oral History Association.
Es sabido que la transición sirve para dejar atrás el régimen dictatorial del general Francisco Franco Bahamonde y que las fuerzas de izquierda no pueden imponer la ruptura, como ocurre en Portugal tras la larga dictadura. También que hay una continuidad en muchas aspectos que desembocan en una situación dominada por la derecha neofranquista y por los poderes económicos y financieros, representados en el Ibex-35. Vicenç Navarro expresa esa idea en repetidas ocasiones y afirma que ese dominio genera “una democracia de muy baja calidad, muy poco representativa, con un Estado del Bienestar muy poco financiado y poco desarrollado”, como estudia en su obra El subdesarrollo social de España. Causas y consecuencias (2006). Y acuña la expresión transición inmodélica, en contra de un relato muy benévolo con el proceso.
Todo es posible gracias a un bipartidismo asfixiante, un partido en la estela del franquismo y el otro que tira por tierra importantes principios políticos. En muchos aspectos los grandes partidos dejan de ser asociaciones garantes de la voluntad ciudadana para pasar a convertirse en elementos autocomplacientes, con elevados niveles de corrupción y utilización frecuente de la mentira.
Dominan hasta el momento la vida política, los procesos electorales y, por tanto, el Parlamento. Y lo hacen gracias a grandes medios, tanto económicos como administrativos, gracias a sabrosas subvenciones económicas –tanto a los partidos como a las fundaciones dependientes–, a la utilización de listas cerradas y bloqueadas, a condonaciones de deudas por la banca, a espacios gratuitos en los medios… Además, han controlado la designación de los miembros de instituciones como Tribunal Constitucional, Consejo General del Poder Judicial, Tribunal de Cuentas, Fiscalía Anticorrupción y otros. El caso del fiscal anticurripción de Murcia, relevado hace unos días, es un buen ejemplo. Sólo que esta vez no se calla y declara que padecen una persecución mayor “que algunos corruptos” (La Vanguardia, 23.2.2017).
En buena medida esos partidos ya no representan a la sociedad ni buscan el provecho de los electores o de los sectores de la sociedad más desfavorecidos. Se dedican de forma prioritaria a preservar sus propios intereses y los de la oligarquía económica y financiera, que sin ser elegida por nadie impone su voluntad por medios muy diversos.
Respecto al proceso de transición se difunde un relato oficial por el que se achaca a varias personalidades, entre ellas al rey Juan Carlos, el mérito del proceso. Tal como indican Nicolás Sartorius y Alberto Sabio en su libro El final de la dictadura. La conquista de la democracia en España. Noviembre 1975 – junio 1977 (2007) en 1976, año decisivo en la transición, hay 1.438 días de huelga por cada 1.000 trabajadores (cuando la media en la Comunidad Europea es de 390 días), y en los sectores industriales la cifra llega a 2.085 días (el promedio de la CEE es de 595), coyuntura repetida en 1977.
Pero, además, esa agitación social se manifiesta intensamente desde 1973 y alcanza su cenit en 1976. Durante los nueve primeros meses de ese año hay 17.731 huelgas con 150 millones de horas de trabajo perdidas. Las fuerzas del Régimen travestidas a la democracia no tuvieron más remedio que abrir la mano ante el “gran peligro que representaba tal movilización para la continuación del orden institucional”, es decir, la continuación de la Monarquía.
Y en esas movilizaciones grupos de extrema izquierda, cristianos de base, anarquistas, sindicatos… empujaron con fuerza e impulsaron acciones para tumbar la dictadura y conseguir la ruptura. La dictadura terminó y llegó la democracia, aunque con el tiempo se ha visto que sólo política. La democracia económica y social está todavía por llegar en una España en la que las fuerzas financieras, apoyadas por los Grandes Medios de Persuasión y Propaganda (GMPP), controlan el país a su antojo.
El ejemplo del diario El País, considerado progresista en aquellos años de la transición, es un paradigma del engaño que supuso la nueva situación tras la muerte de Franco, cuando pudimos ver a tantos franquistas travestidos en demócratas de toda la vida como por arte de magia. Según recuerda Emilio Silva, “por acción o por omisión, se convirtió en una gigantesca máquina de blanquear biografías, incluida la del propio Cebrián, jefe de informativos de la televisión franquista, porque su jefe le dijo que no podía rechazarlo” (eldiario.es, 21.2.2017).
En fin, este fin de semana se van a debatir en Madrid, en el Centro Cultural Buenavista, muchas cuestiones relacionadas con la transición desde una posición que quiere indagar un aspecto clave de la misma: la movilización política y social que hizo fracasar los proyectos continuistas de la dictadura tras la muerte de Franco. Más de un centenar de investigadores de distintas disciplinas (Antropología, Ciencia Política, Derecho, Filología Historia, Historia del Arte o Sociología), junto a antiguos activistas de la izquierda radical, se dan cita en mesas de debate con temas muy diversos .
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