miciudadreal - 22 diciembre, 2017 – 08:34
El pasado 10 de diciembre de 2017 se cumplen 150 años del nacimiento de Carmen de Burgos Seguí, profesora, conferenciante, escritora, periodista, traductora, masona, feminista, republicana y reportera de guerra. Silenciada por la censura franquista, como tantas otras personas importantes, algunos coetáneos le llaman “divorciadora”, por sus campañas en pro del divorcio, derechos de las mujeres y sufragio universal. También es conocida como “Colombine”, aunque usa otros seudónimos como Gabriel Luna, Marianela, Perico el de los palotes o Raquel.
Un buen número de sus obras digitalizadas se pueden consultar y descargar en la Biblioteca Nacional. Además, se ha podido ver allí también, del 6 de noviembre al 9 de diciembre de 2017, una muestra bibliográfica organizada para conmemorar el 150 aniversario de su nacimiento. Ella nace en Almería en 1867, año anterior a la Gloriosa, y fallece en octubre de 1932 en Madrid, donde es enterrada en el cementerio civil.
Se casa muy joven y diversos problemas matrimoniales llevan a la separación y a su marcha a Madrid. Escribe artículos en prensa y estudia Magisterio como alumna libre, con primer destino en 1901, concretamente en la Escuela Normal de Maestras de Guadalajara. Entre 1903 y 1905 hace cursos para conocer el mundo de sordomudos y ciegos, además de traducir en 1904 el libro La Historia de mi vida, publicado por vez primera en 1903 por Hellen Kéller, ciega y sordomuda. Mantiene la actividad como profesora de ciegos y sordomudos hasta su muerte.
Entre octubre de 1905 y septiembre de 1906, cuando es profesora en Guadalajara, viaja por Alemania, Bélgica, Francia, Inglaterra, Italia y Suiza, para ampliar su estudios, gracias a una ayuda económica del Ministerio de Educación, antes de la creación de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE). En 1907 llega a la Escuela Superior de Maestras de Toledo y vive a caballo entre esa ciudad y Madrid. En 1909 se traslada a Madrid, a la Escuela Normal Central de Maestras, aunque ocupa otros puestos docentes durante esos años en la Escuela Superior de Artes Industriales y en la Escuela de Artes y Oficios.
Durante los años 1913 y 1914, como profesora de la Escuela Normal Central de Maestras, disfruta de una pensión de la JAE, para viajar, y visitar diversos centros educativos, por Alemania, Inglaterra, Noruega, Suecia y Suiza. Estudia la educación de la mujer moderna y la organización de las escuelas del hogar y profesionales de la mujer.
En los años 1922 y 1924 consigue la equiparación de pensionada por la JAE para realizar estudios de literatura comparada en Portugal. Durante los años 1927 a 1929 también recibe la consideración de pensionada para seguir los estudios sobre la influencia de España en la literatura francesa y portuguesa, así como para hacer estudios similares en Chile y Perú
Poco antes de su muerte muestra su idea sobre el matrimonio, al decir que no ha podido ver nunca en él nada más que un contrato, basado en el amor y la fundación de un hogar. Además, declara, “Cuando el amor falta la unión de los sexos me parece inmoral” (La Libertad, 25.5.1932).
Por eso, a principio del siglo XX hace una encuesta en el Diario Universal sobre la cuestión del divorcio, recopilada en 1904 en el libro El divorcio en España, en el que afirma que “es una de las muchas cuestiones sociales que necesitan ser discutidas sin miedo al “anathema sit”. Lectores y lectoras envían al periódico su opinión y es todo un bombazo periodístico.
Pero podemos imaginar la reacción en una sociedad clericalizada y dominada por prejuicios de todo tipo. Juan Esteve, por ejemplo, escribe desde el ultracatolicismo sobre “discípulos aprovechados de los Padres Jesuitas como el director del Diario Universal Sr. Mataix, que por un plato de lentejas, ó una dirección de periódico ha renegado de cuanto le enseñaron sus buenos profesores; ó locos de atar, como esa Columbine que, convirtiendo al Diario Universal en interior de mingitorio, predica el divorcio y el amor libre” (El Siglo Futuro, 24.5.1904).
Evidentemente, el clericalismo la presenta como “divorciadora Colombine”, remoquete que se convierte en habitual en los medios católicos. Pero lo del diario extremista católico llega al paroxismo al llamar a Carmen de Burgos “loco de atar”. No obstante, el divorcio tiene que esperar en España.
Finalmente llega con la República en 1932 y Colombine consigue ver antes de su muerte la Ley del Divorcio aprobada por las Cortes. Poco podía imaginar que en septiembre de 1939, un dictador fascista iba a suprimir la ley de Divorcio de 2 de marzo de 1932 y las disposiciones complementarias. La explicación comienza así: “El nuevo Estado Español anunció, desde un principio, la derogación de la legislación laica, devolviendo así a nuestras Leyes el sentido tradicional, que es el católico” (BOE, 5.10.1939).
Colombine comienza su actividad a favor del divorcio a principios de siglo, aunque no se aprueba hasta treinta años después. Se mantiene en vigor pocos años y es prohibido durante la dictadura franquista y los primeros años de la transición. El derecho a separarse de las parejas se acepta otra vez en 1981, lo que supone un enfrentamiento de Adolfo Suárez con la Iglesia católica, a cuya jerarquía parece importarle poco la idea de Colombine: “Cuando el amor falta la unión de los sexos me parece inmoral”.
Isidro Sánchez
Desde el revés de la inopia
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