viernes, 14 de diciembre de 2018

Supermercados e hipermercados (1)

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- 14 diciembre, 2018 – 10:16

Ya he indicado en repetidas ocasiones que la guerra de banderas, borbónicas contra esteladas, ayuda mucho a ocultar la preocupante situación social. Ayer mismo hacía parecida observación el profesor Vicenç Navarro, catedrático de Ciencias Políticas y Sociales en la Universidad Pompeu Fabra, cuando afirmaba que la calidad de vida y el bienestar de la población, sobre todo de las clases populares, están siendo afectados muy negativamente por la crisis.

isidroSanchez

Pero esa situación es “ignorada en su mayor parte por el establishment político del país y por sus mayores medios de información, que centran su atención en las tensiones interterritoriales derivadas del no resuelto tema nacional (“Cómo el tema nacional oculta el drama social: las elecciones andaluzas”, publico.es, 13.12.2018).

Fuente: El País 20.4.2017
Fuente: El País, 20.4.2017

En esa situación, una de las cuestiones más graves es la precariedad laboral, característica principal del mercado laboral español, muy presente, por ejemplo, en las grandes superficies comerciales. Y precariedad, ya se sabe, quiere decir incertidumbre, falta de garantía en las condiciones de trabajo, salarios bajos y malas condiciones laborales.
Precariedad quiere decir también sustitución de empleos directos y permanentes. Se firman muchos contratos, pero de muy corta duración (días, semanas), que apenas se traducen en empleo.
Y, no cabe duda, los trabajadores precarios encuentran muchas más dificultades para poder ejercer sus derechos, especialmente para unirse a un sindicato y negociar colectivamente mejores sueldos y condiciones de trabajo. Un sólo dato. La proporción de lesiones en el precariado es mayor, debido normalmente a la falta de formación en el empleo que sí suele impartirse a los empleados permanentes.

Fuente www.jrmora.com
Fuente: www.jrmora.com

Dice Charo Morán, responsable de consumo de Ecologistas en Acción, que llegan las fiestas navideñas y “asaltamos los centros comerciales de una manera totalmente acrítica”. En estas fechas, no nos preocupamos por cuestiones como la trazabilidad de los productos, su huella ecológica, el agotamiento de las especies, la explotación laboral de las personas que los producen o la explotación de aquellas que nos los venden (El Salto, diciembre 2018).
En realidad a muchas personas no les preocupan esos temas, ni en estas fiestas ni durante el resto del año. Vivimos en un sistema económico de tipo capitalista neoliberal en el que se potencia el consumo a ultranza y la soberanía individualista. Es difícil evadirse de la ola compradora y consumidora pero es preciso pensar en esas cuestiones y, en la medida de lo posible, buscar alternativas en comercio justo, local, cercano, artesanal, tradicional, natural o, cuando pueda ser, regalos o alimentos hechos por nosotros mismos.
La Diputación Provincial de Ciudad Real desarrolla durante estos días una campaña en defensa del pequeño comercio. Cosa que está bien, por supuesto. Pero demasiadas veces se defiende una cosa y la contraria. La instalación de una gran superficie es recogida por políticos abonados a la demagogia con ditirambos varios y alusiones a la creación de tropecientos puestos de trabajo. Sin embargo, no hablan de la contrapartida, la pérdida de puestos de trabajo por el cierre de pequeños comercios.

Carro de compras en supermercado
Carro de compras en supermercado

Realmente es impresionante dar un paseo por Ciudad Real, por ejemplo, y ver la cantidad de locales comerciales en venta o en alquiler. El pequeño comercio cierra y sólo algunos pueden seguir adelante ofreciendo productos especializados y de buena calidad. A veces, si el local es propio y no se tiene el gasto del alquiler, pueden aguantar más, pero con problemas evidentes.
¿Cómo hemos llegado a esta situación? Me propongo recordar la evolución de las grandes superficies en la provincia de Ciudad Real, que tantos negocios familiares han cerrado. Se han creado puestos de trabajo, pero ¿qué puestos de trabajo? Unos empleos muchas veces acompañados de una intensa explotación y otras sin ninguna relación laboral con la gran superficie sino con contratación mediante Empresas de Trabajo Temporal (ETT) o empresas multiservicios. De manera que hay jornadas maratonianas o contratos de apenas doce horas a la semana, precariedad, sueldos de miseria, altos ritmos de trabajo, inestabilidad…
Las cajeras de supermercados apenas tienen descansos durante la jornada laboral, trabajan ocho horas seguidas en un metro cuadrado, con media hora para tomarse un pequeño respiro o ir al baño. Afrontan riesgos de carácter higiénico, como temperatura e iluminación inadecuadas, y carácter ergonómico y psicosocial. Ellas mismas, y no ellos, realizan en muchas ocasiones la limpieza en el supermercado y demasiadas veces no llegan siquiera a ser mileuristas. En suma, el trabajo es precario y es preciso soportar, además de un ritmo frenético, demasiadas cosas para no perderlo, pues el aumento de los beneficios para las empresas es lo único importante.
Todo empezó en nuestra provincia a mediados de los años sesenta del siglo pasado, cuando se pusieron en funcionamiento los primeros supermercados, generalmente dentro de las ciudades, a los que siguieron décadas después los hipermercados, normalmente en las afueras de ellas. A finales de los años cincuenta el Régimen se lanzó a potenciar supermercados en España y se abrieron los primeros entre las polémicas sobre ventajas y desventajas del relativamente nuevo sistema de ventas, entre discusiones sobre utilidad o inconveniente del autoservicio.

Isidro Sánchez

Desde el revés de la inopia

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