miciudadreal - 4 octubre, 2019 – 09:10
Los ejemplos de mujeres disfrazadas de hombres por razones muy diferentes pueden multiplicarse hasta la saciedad, tanto en la Literatura como en la vida real.


El día 1 de agosto de 1906 llega un carro a Tomelloso, uno de esos vehículos que sirven para hacer transportes entre las diferentes poblaciones de La Mancha, en este caso para cargar unas cajas de queso (“Un carrero hembra”, El Obrero de Tomelloso, 6.8.1906). El carrero llega a la posada y levanta sospechas. Parece ser un joven, baja estatura, cuerpo fornido, boina, larga blusa que tapa un chaleco oscuro y pantalón sujeto gracias a un gran cinturón. El posadero avisa al inspector de policía ante las dudas sobre la condición sexual del carrero. El policía, ya en la posada, interroga al joven, que dice no ser hombre, como indica el traje, sino mujer. La joven es llevada ante el alcalde y a las preguntas que le dirigen contesta lo siguiente: se dedica “á portar mercancías, con el carro y las mulas de su amo, para ganarse honradamente el pan. Que había adoptado el traje de hombre para sustraerse á la curiosidad pública y á la sospecha de la gente del camino, perjudicial para su virtud”.
También afirma que tiene dieciocho años y que desde la muerte de su madre el padre le ha dado “soga larga”, por lo que de acuerdo a sus aficiones se dedica al oficio de carrera sin hacer mal a nadie. La muchacha es puesta en libertad y se va a dar de comer a las mulas. La noticia del periódico termina con un comentario referido a la confusión en esos años entre “feminismo y masculinismo, cuyas líneas se unifican por los avances y los retrocesos de los sexos, mientras las atracciones naturales van huyendo de la voluntad humana. La gran prueba para los anti-padres”.

Los refranes son reflejo de una sociedad que los crea y los utiliza. Se pueden recordar algunos ejemplos de esa relación: “A la mujer y a la mula, por el pico les entra la hermosura”, “La mujer y la sardina, cuanto más pequeña, más fina”, “Truchas y mujeres, por la boca se pierden”, “Antes se queda el ruiseñor sin canción que la mujer sin conversación”, “Gallo, caballo y mujer, por la raza has de escoger”, “Rencura de perro y lágrimas de mujer: no hay que creer”, “La mujer y la gallina, hasta la casa de la vecina” o, por recordar una muestra más, “El marrano y la mujer, más vale acertar que escoger”.
Se trata, en primer lugar, de una lenguaje machista. En segundo, de una valoración muy negativa de la mujer, comparándola con la irracionalidad animal. Además, en demasiados casos, aparece el maltrato e, incluso, su justificación. Estos ejemplos son claros: “La mujer es animal que gusta de castigo”,“A la mujer y a la gallina, tuércele el cuello y te dará la vida”, “A la mujer y a la mula vara dura” o “A la mujer y al can, el palo de una mano y de la otra el pan”.
Aunque subsisten desigualdades y violencias, la sociedad que genera esos refranes ha desaparecido, en gran medida gracias a la lucha feminista, que comienza con la Revolución francesa, aquella que lanza los lemas de Libertad, Igualdad y Fraternidad; aquella que proclama la Declaración de los derechos del Hombre y el Ciudadano.

Isidro Sánchez
Desde el revés de la inopia
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