miciudadreal - 4 octubre, 2019 – 09:10
Los ejemplos de mujeres disfrazadas de hombres por razones muy diferentes pueden multiplicarse hasta la saciedad, tanto en la Literatura como en la vida real.
Sus padres, Ángel Arenal y María Concepción Ponte, son miembros de ilustres familias santanderinas y gallegas, respectivamente. Claro es, la precursora del feminismo tiene un nivel económico que le permite dedicarse a cuestiones penales y jurídicas. Si las mujeres de la alta sociedad padecen situaciones de marginación podemos imaginar la realidad de las mujeres en sectores sociales bajos, en los que en ocasiones la mujer tiene que vestirse de hombre para poder trabajar. Una pequeña historia, protagonizada por Eleuteria Chacón, natural de Los Hinojosos (Cuenca), puede servir para acercarnos a esa realidad de las mujeres durante el siglo XIX y buena parte del XX.
También afirma que tiene dieciocho años y que desde la muerte de su madre el padre le ha dado “soga larga”, por lo que de acuerdo a sus aficiones se dedica al oficio de carrera sin hacer mal a nadie. La muchacha es puesta en libertad y se va a dar de comer a las mulas. La noticia del periódico termina con un comentario referido a la confusión en esos años entre “feminismo y masculinismo, cuyas líneas se unifican por los avances y los retrocesos de los sexos, mientras las atracciones naturales van huyendo de la voluntad humana. La gran prueba para los anti-padres”.
Los refranes son reflejo de una sociedad que los crea y los utiliza. Se pueden recordar algunos ejemplos de esa relación: “A la mujer y a la mula, por el pico les entra la hermosura”, “La mujer y la sardina, cuanto más pequeña, más fina”, “Truchas y mujeres, por la boca se pierden”, “Antes se queda el ruiseñor sin canción que la mujer sin conversación”, “Gallo, caballo y mujer, por la raza has de escoger”, “Rencura de perro y lágrimas de mujer: no hay que creer”, “La mujer y la gallina, hasta la casa de la vecina” o, por recordar una muestra más, “El marrano y la mujer, más vale acertar que escoger”.
Se trata, en primer lugar, de una lenguaje machista. En segundo, de una valoración muy negativa de la mujer, comparándola con la irracionalidad animal. Además, en demasiados casos, aparece el maltrato e, incluso, su justificación. Estos ejemplos son claros: “La mujer es animal que gusta de castigo”,“A la mujer y a la gallina, tuércele el cuello y te dará la vida”, “A la mujer y a la mula vara dura” o “A la mujer y al can, el palo de una mano y de la otra el pan”.
Aunque subsisten desigualdades y violencias, la sociedad que genera esos refranes ha desaparecido, en gran medida gracias a la lucha feminista, que comienza con la Revolución francesa, aquella que lanza los lemas de Libertad, Igualdad y Fraternidad; aquella que proclama la Declaración de los derechos del Hombre y el Ciudadano.
Olympe de Gouges protagoniza esa lucha al elaborar los Derechos de la Mujer y la Ciudadana. Y es que la Revolución francesa no es símbolo de libertad para todos. Evidentemente, Olympe de Gougues es sentenciada y guillotinada por defender los derechos de la mujer en igualdad con el hombre. A partir de la Revolución francesa los trabajadores tratan de sumar la Justicia a la triada revolucionaria, dando lugar al movimiento obrero, y las mujeres quieren conseguir la igualdad con los hombres, desarrollando desde entonces el feminismo. Gracias a las luchas feministas desaparecen situaciones como las que empujan a Concepción Arenal a disfrazarse de hombre para estudiar o a Eleuteria Chacón a adoptar el traje de hombre para poder realizar su trabajo sin acosos o abusos. Aunque, es verdad, todavía hoy las mujeres han de soportar situaciones de violencia y desigualdad.
Isidro Sánchez
Desde el revés de la inopia
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