miciudadreal - 20 diciembre, 2019 – 08:35
En el año que ahora termina se cumplen ochenta años del fin de nuestra última guerra civil y del inicio del exilio republicano. Cerca de medio millón de españoles, que huyen de la represión y la muerte, se ven obligados a salir de España por luchar contra el fascismo y defender la democracia hasta las últimas consecuencias.
Con tal motivo, se realizan durante el año 2019 una serie de actividades promovidas por muy diversas asociaciones e instituciones: archivos, sociedades memorialistas, ayuntamientos, bibliotecas, centros de estudio, filmotecas, grupos de investigación, ministerios, partidos políticos, publicaciones periódicas o universidades (conferencias, ciclos, congresos, documentales, ediciones, exposiciones, homenajes, jornadas…) con las que se pretende desarrollar la investigación relacionada con muy diversos aspectos del exilio republicano, además de preservar y difundir sus legados y de la guerra.
Este largo párrafo es una síntesis de su pensamiento al respecto: “La famosa libertad tan decantada por los demagogos, admiradores hipócritas, inconscientes o ignorantes de la Revolución francesa, no ha aparecido en ningún momento de la vida pública de estos hombres horrendos, verdaderamente demoníacos. Sádicos y vesánicos unidos a profesionales del hurto, de la estafa, del atraco a mano armada y del homicidio con alevosía, han ocupado carteras de Ministros, Subsecretarías, Consejos, Direcciones Generales y toda clase de puestos importantes. Dentro de este cuadro vergonzoso hemos contemplado en el agreste paisaje «jabalíes» y «ungulados» corriendo por el que fue Congreso de los Diputados, en busca de víctimas propiciatorias de sus colmilladas y de sus golpes de solípedos”. Patético.
El párrafo que sigue es sólo una muestra: “Estos que ves ahora deshechos, maltrechos, furiosos, aplanados, sin afeitar, sin lavar, cochinos, sucios, cansados, mordiéndose, hechos un asco, destrozados, son, sin embargo, no lo olvides nunca pase lo que pase, son lo mejor de España, los únicos que, de verdad, se han alzado, sin nada, con sus manos, contra el fascismo, contra los militares, contra los poderosos, por la sola justicia; cada uno a su modo, a su manera, como han podido, sin que les importara su comodidad, su familia, su dinero. Estos que ves, españoles rotos, derrotados, hacinados, heridos, soñolientos, medio muertos, esperanzados todavía en escapar, son, no lo olvides, lo mejor del mundo. No es hermoso. Pero es lo mejor del mundo. No lo olvides nunca, hijo, no lo olvides”. Conmovedor.
Pero, además de exilio exterior, en nuestro país hay otro interior, caracterizado por el forzado silencio. Suele definirse como la situación de aislamiento, exclusión y persecución vivida por intelectuales y escritores españoles próximos a la República que quedaron en el país durante la represión que siguió a la victoria de los sublevados en la Guerra civil española. Se puede ver el libro de Miguel Salabert titulado, precisamente, El exilio interior (1988), en el que habla de un “verdadero autismo social”.
Dionisio Ridruejo Jiménez (1912-1975), poeta y ensayista, se refiere al exilio externo y al interno al ocuparse de “La vida intelectual española en el primer decenio de la postguerra” (Triunfo, 16.6.1972). Respecto al segundo escribe lo siguiente: “Esto para los que quedaban o aparecían. ¿Pero cuántos quedaban? ¿Y cómo aparecían? Muertos, depurados, inhabilitados o voluntariamente inhibidos, quedaban fuera de campo quizá los dos tercios de nuestros universitarios, profesores de instituto, maestros, investigadores, profesores, escritores puros, divulgadores, traductores”.
Isidro Sánchez
Desde el revés de la inopia
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