Pero lo terrible es que, a pesar de tanto sufrimiento, el conflicto
no sirve para solucionar los problemas de España, muy al contrario.
Cuando el historiador y diplomático Ángel Viñas Martín reseña en su
bitácora el libro La guerra civil española, 80 años después. Una guerra internacional y una fractura cultural
(2019), afirma que su lectura lleva a una desgarradora conclusión
final: “la guerra civil no resuelve los problemas reales del país y
supone un retroceso inaudito en todos los órdenes”. Efectivamente, la
regresión provocada por los militares africanistas con su golpe lleno de
fascismo tarda décadas en ser neutralizada y superada.
Entre las numerosas y muy diversas actividades desarrolladas durante
2019 con motivo de los ochenta años del fin de la guerra y el comienzo
del exilio republicano recuerdo sólo cuatro. El Centro de Estudios de
Castilla-La Mancha organiza una exposición con la guerra como
protagonista, que puede verse en la Facultad de Letras. Es el embrión de
la que desde el 25 de noviembre a 11 de diciembre se presenta en la
Université Clermont Auvergne, con el título de 80 ans après. La guerre civile espagnole (1939-2019).
El resultado de la colaboración entre la universidad francesa y la
Universidad de Castilla-La Mancha dedica atención al exilio republicano
en Francia.
Otra muestra, en este caso al otro lado del Atlántico, se desarrolla
en Ciudad de México, sede de un numeroso grupo de exiliados. Hasta el 8
de diciembre se ha podido ver la muestra 80 años. Artistas del exilio español en México,
exposición del Museo Kaluz, dentro del marco de la conmemoración
nacional del ochenta aniversario de la llegada del buque Sinaia con los
primeros refugiados republicanos a México.
Esta exposición, con 167 0bras, es una selección de una treintena de
artistas entre los que se pueden recordar algunos: José Bardasano Baos
(Madrid, 1910 – Madrid, 1979), Enrique Climent Palahi (Valencia, 1897 –
Ciudad de México, 1980), José García Narezo (Madrid, 1922 – Xochimilco,
México, 1994), Elvira Gascón Pérez (Almenar de Soria, 1911 – Ciudad de
México, 2000), Kati Horna (Budapest, 1912 – Ciudad de México, 2000),
Josep Renau Berenguer (Valencia, 1907 – Berlín Este, 1982), Antonio
Rodríguez Luna (Montoro, 1910 – Córdoba, 1985), Lucinda Urrusti
(Melilla, 1929) o Remedios Varo Uranga (Anglès, Gerona, 1908 – Ciudad de
México, 1963).
Es interesante también la exposición que se puede ver en la
Biblioteca Nacional de Madrid, desde el 5 de noviembre de 2019 hasta el 2
de febrero de 2020, acompañada por toda una serie de actividades
paralelas. Tras la caída de Barcelona los republicanos huyen hacia la
frontera con Francia y el departamento de Pirineos Orientales, que
entonces tiene unos 250.000 habitantes, recibe en pocas semanas a unas
500.000 personas. Pues bien, con el título de El exilio republicano de 1939, ochenta años después
y el comisariado de Manuel Aznar Soler y José Ramón López García, se
pretende reconstruir la actividad cultural desarrollada a lo largo de
1939 por el exilio republicano en las cuatro lenguas de la República
literaria: castellano, catalán, gallego y vasco. Además, quiere ser
también un homenaje a la memoria de los exiliados republicanos de 1939.
Finalmente, hay que citar la que tiene lugar en la sala de
exposiciones La Arquería (Nuevos Ministerios), organizada por el
Ministerio de Justicia, que se puede ver desde el 5 de diciembre de 2019
hasta el 31 de enero de 2020. Su título es 80 aniversario exilio republicano español y en realidad son tres muestras simultáneas: 1939 Exilio republicano español, La sangre no es agua (de Pierre Gonnord) y Caminos del exilio: La obra humanitaria y fotográfica de Philippe Gaussot.
Con ella se trata de dar a conocer diversos aspectos relacionados con
el exilio, así como algunas de las manifestaciones culturales,
artísticas y literarias más relevantes. En un magnífico catálogo,
con más de 700 páginas, se reúnen los trabajos de un buen número de
reconocidos especialistas, que ayudan a contextualizar una muestra cuya
contemplación merece mucho la pena.
La Mancha, por otra parte, está en deuda con el exilio por muchas
razones. Entre ellas una que atañe directamente a nuestra región. Muchas
de las personas que abandonan España colaboran en la divulgación de Don
Quijote y Sancho, mediante el uso de múltiples recursos. Además, como
escribe Miguel Cabañas Bravo en el catálogo citado, contribuyen a hacer
de Cervantes y su Quijote tanto símbolos como armas de la cultura
española en el exilio. Y es que, “además de acogerlos como fuentes de
inspiración, con su labor creativa ayudaron a convertirlos en combativos
iconos tutelares de los ideales, las convicciones y la españolidad que
compartieron en su destierro”.
En fin, hay que recordar que los exiliados elaboran su propia memoria
colectiva, aunque en España por desgracia es poco conocida, fuera de
los ámbitos académicos y de minoritarios sectores culturales o
políticos. Sólo una idea más. La historia de la cultura española del
siglo XX no puede entenderse, desde luego, sin considerar la aportación
de las miles de personas que abandonaron nuestro país al finalizar la
Guerra Civil. Pero esa contribución, además de evocarse y conocerse debe
ser reconocida.
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