miciudadreal - 10 enero, 2020 – 09:05
El pasado 4 de enero se han cumplido cien años de la muerte del gran escritor Benito Pérez Galdós (1843-1920). Casi nadie pone en duda que el autor canario fue desdeñado por el mundo de consignas de la autocracia.
Y es que Galdós es capaz de plasmar en su escritura lo sombrío y oscuro de una España retrasada, clerical, caciquil y excluyente, que impera y campa a sus anchas desde tiempos inmemoriales. Un ejemplo de la actitud de esa España lo tenemos en el reciente debate de investidura de Pedro Sánchez, con una derecha asilvestrada, en palabras de Gabriel Rufián Romero, que miente e insulta con profusión.
Los Grandes Medios de Persuasión y Propaganda (GMPP), al mandado de los poderes financieros y en buena medida al servicio de la extrema derecha y de la derecha extrema, informan del mismo y citan bronca en el Congreso, repartiendo culpas de la ignominia entre los diversos grupos políticos, cuando todos hemos visto que la camorra es exclusiva de una derecha montaraz, atrabiliaria, e inverecunda. Con pateo e insultos constantes, con la representante del partido veleta que llama a los diputados socialistas a la traición o con algunos políticos que desde el neofascismo llegan a sugerir, incluso, la intervención del Ejército.
Según afirma Francisco Cánovas Sánchez en su magnífica biografía, editada el año pasado, el escritor canario muestra admiración por Pablo Iglesias Posse (1850-1925), fundador del PSOE, a quien reconoce gran mérito en la dirección de un partido disciplinado, y describe a unos sectores políticos conservadores siempre en el machito. Esa derecha cainita deja sin premio Nobel de Literatura a Galdós, como recuerda Cánovas en su obra, lo que hasta puede leerse en el cultural de ABC (4.1.2020), al ser “víctima de varias campañas orquestadas por grupos de intelectuales y políticos conservadores que convencieron a la Academia Sueca de que no le concedieran el gran galardón de las letras”.
Es decir, en varias ocasiones sectores conservadores, reaccionarios y clericales, con una escasa cultura democrática, impiden que Galdós gane el Nobel, con campañas de desprestigio hacia su candidatura, a pesar de estar avalada por muchos de los más importantes intelectuales españoles de la época, como Jacinto Benavente Martínez, José Echegaray Eizaguirre, Ramón Pérez de Ayala Fernández del Portal, Jacinto Octavio Picón Bouchet o Santiago Ramón y Cajal. Y por instituciones y organizaciones muy diversas, como la Asociación de la Prensa Diaria de Barcelona, la mayoría de las fuerzas políticas presentes en el Congreso o el Ateneo de Madrid.
Por otra parte, en el mundo de la prensa se desarrolla en esos años una intensa polémica con una guerra entre blanco o negro, sin matices, tan frecuente en España: Galdós, si o Galdós, no. Por ejemplo, Vida Socialista (3.12.1911) toma posición en los términos siguientes: ¿Acaso no suponen nada sus novelas españolas contemporáneas y su magnífica labor teatral? ¿Acaso no conoce nadie ese monumento grandioso, magistral, insuperable que se llama Episodios Nacionales, y que es la historia más notable, más prolija y más verídica de esta paciente y desdichada España? No; ante Galdós no caben comparaciones ni se admiten controversias. Galdós, como Cervantes, como Dante, como Shakespeare, es único y es indiscutible”.
Otra muestra. Mariano de Cavia escribe también sobre el tema en El Imparcial (21.1.1912) y se expresa en los términos siguientes: “Esperé asimismo que ante la altísima significación de Galdós en la cumbre del Arte y en el seno de la Raza, se acallaran, por una vez siquiera, los rencorcillos de secta y las disputas de bandería; pero la primera lección de desengaño hubieron de dármela unos apreciables jóvenes, á quienes no puedo envidiar la juventud, qué siempre debería ser envidiable, porque de bien poco sirve la primavera de la vida cuando ya están el pensar y el sentir de riguroso invierno”. Y es que a Galdós no se le perdona, sigue Cavia, el que se haya convertido en el “Don Quijote de la Conjunción”, por supuesto de la republicano-socialista, recuerdo. Y llega a afirmar que la “intolerancia y la cuquería no perdonan”.
El dramaturgo Jacinto Benavente, premio Nobel en 1922, escribe en varias ocasiones a favor del Nobel para Galdós. Y a fines de febrero de 1912 llama a los que hacen la campaña contraria intransigentes desaforados, malos cristianos y peores españoles (Nuevo Mundo, 29.2.1912). Por culpa suya, afirma, “daremos una vez más ante el extranjero el lamentable espectáculo de nuestras divisiones y de nuestras intolerancias”.
Pero la prensa católica, con El Siglo Futuro a la cabeza y el apoyo vaticano a través de L'Osservatore Romano, se lanza en tromba y de manera persistente contra Galdós. A mediados de febrero se envía un telegrama a la Academia sueca con este texto: “La clásica España de los Reyes Católicos, de Cisneros, Santa Teresa, Cervantes y Calderón, ruega a esa ilustra Academia que para honrar al más insigne de los hombres de letras, adjudique el premio Nobel a D. Marcelino Menéndez Pelayo, verdadera encarnación del alma nacional española” (El Castellano, 17.2.1912). Lo firman, entre otros, representantes de El Siglo Futuro, El Correo Español, El Debate, Centro de Defensa Social de Madrid y Liga Católica de Valencia.
Ese periódico clerical toledano, El Castellano, inserta en el mismo número un artículo con ataques a la candidatura de Galdós titulado “Por Jesucristo y por España”. Firmado por J. Marín del Campo, se escribe que está sostenida por “jadaizantes, masones, protestantes y demagogos (y tal vez algunos católicos incautos)”. ¿Les suena la canción? Hoy los enemigos de España son comunistas, podemitas, frentepopulistas, bolivarianos, separatistas o golpistas. La reacción siempre entona la misma cantinela: verdaderos españoles, derecha y ultraderecha, ahora neofranquista; traidores y antiespañoles, los demás.
Isidro Sánchez
Desde el revés de la inopia
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