miciudadreal - 15 junio, 2018 – 08:34
Ya conocemos la homofobia, el machismo y el conservadurismo que destila el diccionario de la lengua de la Real Academia Española, del que se han publicado veintitrés ediciones desde 1780 hasta 2014. A pesar de los esfuerzos de los académicos, su consulta muestra un espejo en el que se refleja una sociedad que tiene sus raíces en la primacía de un pensamiento católico excluyente y un tradicional control social por parte de los sectores más retrógados.
Por ejemplo, la consulta del término “izquierdear” todavía hoy, en la segunda década del siglo XXI, devuelve la siguiente acepción: “Apartarse de lo que dictan la razón y el juicio”. Pero esa definición no es de hace poco tiempo, como podría pensarse. Tampoco de la época de la Revolución francesa, años en los que para algunos autores hay que buscar los conceptos políticos de izquierda y derecha, pues en la Asamblea Nacional el partido en el poder se sentaba siempre a la derecha, dejando la izquierda para la oposición.
Quizá la bondad de la derecha y la vileza de la izquierda en el lenguaje hay que buscarlas en las propias manos de las personas. La primera, tras la descripción de situación en primera acepción, mano que corresponde al lado del cuerpo opuesto al del corazón del ser humano, en la cuarta se describe como persona muy útil a otra como auxiliar o colaborador.
Los defectos se amontonan en zurdo. Sin embargo, las diversas acepciones de diestro muestran la falta de defectos: derecho (que cae hacia la parte derecha); que tiene tendencia natural a servirse preferentemente de la mano derecha o también del pie del mismo lado; hábil, experto en un arte u oficio; sagaz, prevenido y avisado para manejar los negocios, sin detenerse por las dificultades; favorable, benigno, venturoso; torero de a pie; matador de toros; hombre que sabe manejar la espada o las armas; mano derecha. Esta última acepción, la novena, recibe todas las bondades de las ocho anteriores, entre las que se encuentran las de torero y espadachín, por supuesto.
La expresión “derechero”, de derecho, aparece en el diccionario, en primera acepción, como justo, recto, arreglado; “derechez” con las palabras rectitud, integridad, justificación; “derecho”, en sus tres acepciones, figura de la siguiente guisa: recto, igual, seguido, sin torcerse a un lado ni a otro; justo, legítimo; fundado, cierto, razonable. Y hacer una cosa a derechas, última muestra, es hacerla bien. Es decir, derecha es sinónimo de cierto, discreto, equitativo, erguido, honesto, juicioso, justo, listo, razonable, recto, sagaz, sano, sensato, sincero, verdadero…
Pero cuando miramos la izquierda se acumulan los despropósitos. Aparte de la ya citada izquierdear (apartarse de lo que dictan la razón y el juicio), “por izquierda” significa ilegalmente, sin rectitud, con dobleces, además de proceder o actuar por izquierda. Algunas más: “batear alguien por la izquierda” es ser homosexual; “a zurdas” o “con la mano zurda”, es al contrario de como se debe hacer; izquierdoso o izquierdosa, que tienden a la izquierda política, se utilizan frecuentemente con cierto desprecio; “un cero” o “un cero a la izquierda” es una persona inútil o que no vale para nada y en una organización la persona a la que no se tiene en cuenta. O sea, con el vocablo izquierda estamos ante sinónimos, además de siniestra, como aciago, avieso, fatal, funesto, infeliz, lúgubre, mal intencionado, maligno, trágico o viciado.
Ya en el Diccionario de Autoridades (tomo IV, 1734) figuraba izquierdear y la siguiente definición “Bastardear o torcerse, physica o moralmente. Es formado del nombre Izquierdo. Latín. Desciscere. Degenerare. A rectâ deviare”, que se repite de forma similar en la primera edición del Diccionario de la RAE en 1780. En la edición de 1817 aparece como “Apartarse de lo que dicta la razón y el juicio”, que se ha mantenido sin variación hasta la edición de 2014.
Otros diccionarios proporcionan una acepción más radical, como el de Ramón Joaquín Domínguez (Diccionario Nacional, 1846-47), en el que izquierdear es tirar por el lado malo; Manuel Rodríguez-Navas (Diccionario general y técnico hispanoamericano, 1918), en el que figura como “obrar mal”, además de la tradicional de la RAE; o María Moliner (Diccionario de uso del español, 1967), con la acepción “obrar insensatamente”.
En fin, hay cierta correlación tradicional que identifica derecha con el bien e izquierda con el mal (recordemos los problemas de todo tipo que han tenido los zurdos, incluso atar su mano izquierda a la espalda para obligarles a escribir con la mano derecha). Por eso actualmente es normal para determinados sectores la “caza del rojo”, del diferente, del otro, hoy identificado como anarquista, ateo, comunista, homosexual, maoista, marxista, podemita, republicano, socialista…
Esa disposición para descalificar al diferente bebe de una actitud tradicional de la derecha nacionalista española. Nuestro gran Ángel Romera cita los recortes a los que es tan aficionada al escribir sobre un nacionalismo monárquico visigótico-católico, antiliberal y por entero empobrecedor: “nos quita a judíos, musulmanes, evangélicos, ilustrados, liberales, ateos, krausistas, republicanos, librepensadores, científicos, gallegos, vascos y catalanistas” (“Reivindicación del conde Juan Goytisolo”, miciudadreal, 11.6.2017).
Así estamos. Como imagino que la RAE no prescindirá del término izquierdear, animo a los académicos a que incluyan un vocablo nuevo en el Diccionario: “derechear”. Su definición podía ser algo así como “Tratar de excluir a los diferentes. Meterse de hoz y coz en el mundo de la corrupción”.
Isidro Sánchez
Desde el revés de la inopia
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