miciudadreal - 22 noviembre, 2019 – 08:59
Llega a mis manos un librito, editado en 1915, que leo con atención. Su autor, que se oculta tras el seudónimo de Claror, elabora y presenta al público una serie de reseñas biográficas, reunidas bajo el elocuente título de Oro y Escoria. Semblanzas breves pero íntegras, correspondientes a personas con alguna incidencia social durante aquellos lejanos años.
Desde luego, no falta actualidad a biografías como la de don José. Eso de cambiar de casaca, como se decía entonces, está también hoy a la orden del día. Estamos, como siempre, en tiempo de trasvases políticos. Estamos, una vez mas, utilizando una palabra coloquial que todos entendemos, en temporada de “chaqueteros”. El fenómeno se muestra en todo su esplendor y el chaqueteo (Cambio interesado, y a veces repetido, de ideas o de partido, según la RAE) está de moda.
Un chaquetero importante, aparte de su calidad literaria, es José Martínez Ruiz, más conocido como Azorín. Al principio de su carrera literaria se muestra como escritor rebelde y revolucionario, en sintonía con el anarquismo. Luego entra en política y es diputado conservador por varios distritos. Después está cercano al dictador Primo de Rivera, luego es republicano y durante la guerra vive en París. En el franquismo alaba sin fin al principal “mártir” del Régimen, por supuesto también al dictador, y en compensación es elevado a la categoría de símbolo, de modelo de escritor, casi de mito literario.
El chaquetero, en las tres acepciones de la RAE (Que chaquetea, que cambia de bando o partido; adulador; y dicho de una persona: servil o rastrera), es toda una institución en la política española. Vaya por delante el derecho que tienen todas las personas a militar en el partido político que crean más conveniente. Hasta ahí de acuerdo y lo ampara la Constitución. Es preciso aclarar también que en muchas ocasiones se producen en los individuos evoluciones ideológicas, más o menos sorprendentes, que les hacen cambiar de partido.
Advertimos cosas sorprendentes en el terreno político y en su aspecto mas vistoso, o sea, en las diversas candidaturas. Se producen trasvases variados pues el chaquetero, no hay que olvidarlo, es acomodaticio, adaptable, arribista, camaleónico, cínico, interesado y oportunista. Lo mismo dice una cosa que dice otra y en política salta de cama en cama. No merece la pena recordar muchos nombres de los que, en el argot político y con cierta cursilería, se denominan tránsfugas. Pero parece inevitable citar algunos.
El viaje desde el comunismo hasta el ultraderechismo de Federico Jiménez Losantos o Fernando Sánchez Dragó es un ejemplo muy conocido. Los tránsfugas Eduardo Tamayo Barrena y María Teresa Sáez Laguna son protagonistas principales del denominado tamallazo (2003), que propicia la elección de Esperanza Aguirre y Gil de Biedma como presidenta de la Comunidad de Madrid.
Los nombres de José Ramón Bauzá Díaz, Celestino Corbacho Chaves, Íñigo Errejón Galván, Joan Mesquida Ferrando o María Soraya Rodríguez Ramos están entre los últimos políticos que han practicado el chaqueteo. Lo de Rosa María Díez González pidiendo el voto para el Partido Popular es un clara muestra de transfuguismo político. Sólo hay que recordar que es militante del Partido Socialista Obrero Español hasta 2007, formación con la que llega a ser diputada foral de Vizcaya, parlamentaria del Parlamento Vasco, consejera del Gobierno Vasco (1991-1998) y europarlamentaria (1999-2007). Después es cofundadora del partido Unión Progreso y Democracia, del que es la figura más destacada desde su creación hasta julio de 2015.
Los protagonistas de los trasvases, hablan, y no paran, de lo insoportable de su situación anterior, de su afán por dignificar la vida política, de su gran fe democrática... ¿Buscan sólo el oro del que habla el ya citado Claror? Se desprenden de la escoria sus anteriores formaciones políticas? En algunas cosas hemos cambiado poco. Oro y escoria, chaqueteros, como en aquellos lejanos tiempos. Por cierto, ¿Cuántos de estos chaqueteros son fundamentalmente pancistas?
Isidro Sánchez
Desde el revés de la inopia
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