viernes, 1 de noviembre de 2019

Segundones de ayer y de hoy

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- 1 noviembre, 2019 – 11:08

Hace pocos días fallecía el gran historiador Santos Juliá Díaz (1940-2019). Sus investigaciones históricas son muy importantes, pero quiero destacar hoy su interés por estar presente en la prensa con sus trabajos de divulgación, actitud no muy extendida entre el profesorado universitario. Y es que ese mundo está demasiado encerrado en la Academia y, además de impartir docencia e investigar, es necesaria una labor de divulgación para intentar devolver a la sociedad una parte de lo mucho que la Universidad recibe de ella.
No obstante, también es cierto que los Grandes Medios de Persuasión y Propaganda (GMPP) no cuentan habitualmente con profesores universitarios, como sí ocurre en otros países. Personas especializadas en las diversas materias pueden trastocar el mensaje mentiroso que trasladan y prefieren a dóciles tertulianos, generalmente afines a los partidos del turno, que son capaces de hablar de todo, de lo divino y lo humano, de lo conocido y lo desconocido. Son los todólogos, que “de todo saben y a nadie tienen que rendir cuenta de su ignorancia”, como escribe Carlos Taibo en el libro Contra los tertulianos (2010). Son los opinadores, que demasiadas veces dan ejemplo de lo que no debe ser una tertulia, con descalificaciones, gritos, interrupciones, mala educación y sectarismo. Todo para que esos medios consigan imponer sus “amables” patrañas.
2010
Dentro de esa labor divulgativa de la Historia, Santos Juliá da a la luz pública hace un año el espléndido artículo titulado “Corrupción española”. En la magnífica síntesis de la evolución de la corrupción evoca la siguiente frase de Javier de Burgos: “Hay mucha gloria que conquistar; mucho dinero que ganar”. Ya en el siglo XIX ese es el objetivo de algunos políticos, que hoy también se manifiesta, explícitamente o no, con frases como aquella de “yo estoy en política para forrarme”.
Y Juliá recuerda el funcionamiento del turnismo: “Cada partido contaba con su ‘proletariado de levita’, en total una masa de 80.000 a 100.000 hombres que esperaban vivir de la política y cuyo to be or not to be se cifraba en esta expresión: cuando manden los míos” (El País, 20-10-2018). O sea, puestos y cargos muy diversos cambian con la alternancia partidista. Muchos desempeñados por los conocidos como segundones (la tercera acepción de la RAE para segundón es “Persona que ocupa un puesto o cargo inferior al más importante o de mayor categoría”), que en ocasiones ascienden a los primeros puestos.
Por ejemplo, Francisco Martínez Ramírez (1870-1949), nacido y muerto en Tomelloso, es un segundón o secretario durante una parte de su vida. Estudia derecho y trabaja durante algún tiempo en el ayuntamiento de Málaga. A fines de siglo, ya en Madrid, es secretario de Melquiades Álvarez, político republicano por entonces. A comienzos del XX edita y dirige El Obrero de Tomelloso y encabeza diversas campañas favorables a la producción vinícola. Potencia, asimismo, la construcción del ferrocarril Tomelloso a Cinco Casas, cuya compañía dirige hasta 1932.
Francisco Martínez Ramírez (1870-1949). Fuente AAFTA
No pretendo afirmar que cualquier tiempo pasado fue mejor, ni mucho menos. Tampoco que todos los segundones de antaño son buenos, también los hay rastreros y aduladores, pero existe en la época una aceptación generalizada de su papel. Ayudan, al lado de las primeras figuras, a la realización de fines concretos, depuran las críticas a una labor determinada y se forman para “volar” después por sus propios medios, si tienen capacidad y conocimientos necesarios. La figura de Francisco Martínez, “El Obrero”, sirve como ejemplo de segundón. Lo es en un periodo de su vida, pero tras la formación necesaria desarrolla y lleva a buen término proyectos importantes como figura destacada. Hoy los segundones siguen existiendo en muchos ámbitos y son necesarios, aunque se les reconoce como asesores. Frecuentemente necesitan, si quieren “hacer carrera”, ser disciplinados y en muchas ocasiones también aduladores y serviles. No obstante, es difícil encontrar pautas generales de comportamiento. Incluso hay sectores en los que la critica constructiva es bien recibida y considerada un elemento interesante.
2016
Encontramos a muchos segundones en el sector publico, en diferentes niveles de las administraciones, nombrados por cargos electos o no. Su caracterización resulta compleja pero pueden identificarse como personas que ocupan temporalmente escalones altos en la estructura político-administrativa, generalmente asesores o jefes de gabinete.
Primero quiero decir que no pongo en duda la necesidad de su presencia, dadas las características de nuestra vida política y administrativa. También que, afortunadamente, no todos esos cargos son ocupados por personas como las que ahora trataré de describir. Los segundones a que me refiero son déspotas, mezquinos, pelotilleros, rastreros y, en muchas ocasiones, “más papistas que el Papa”.
Con referencias del Diccionario de uso del español (1967), de María Moliner, depurada por el Régimen franquista, déspotas porque suelen imponer su voluntad a otros sin ninguna consideración a la de ellos; mezquinos en el sentido de que están faltos de generosidad y de nobleza, ademas de guiarse exclusivamente por el interés material, personal o partidista; pelotilleros ya que adulan y halagan frecuentemente a sus superiores; rastreros pues se valen para lograr sus propósitos de procedimientos viles, como la adulación o la delación; y “mas papistas que el Papa” debido a que generalmente exageran la defensa de cuestiones superando, incluso, a los directamente interesados (sus superiores, claro esta). Lo malo para ellos es que a la mayoría se les acaba, más tarde o más temprano, irremediablemente, el chollo o la bicoca.

Isidro Sánchez

Desde el revés de la inopia


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