miciudadreal - 1 noviembre, 2019 – 11:08
Hace pocos días fallecía el gran historiador Santos Juliá Díaz (1940-2019). Sus investigaciones históricas son muy importantes, pero quiero destacar hoy su interés por estar presente en la prensa con sus trabajos de divulgación, actitud no muy extendida entre el profesorado universitario. Y es que ese mundo está demasiado encerrado en la Academia y, además de impartir docencia e investigar, es necesaria una labor de divulgación para intentar devolver a la sociedad una parte de lo mucho que la Universidad recibe de ella.
Y Juliá recuerda el funcionamiento del turnismo: “Cada partido contaba con su ‘proletariado de levita’, en total una masa de 80.000 a 100.000 hombres que esperaban vivir de la política y cuyo to be or not to be se cifraba en esta expresión: cuando manden los míos” (El País, 20-10-2018). O sea, puestos y cargos muy diversos cambian con la alternancia partidista. Muchos desempeñados por los conocidos como segundones (la tercera acepción de la RAE para segundón es “Persona que ocupa un puesto o cargo inferior al más importante o de mayor categoría”), que en ocasiones ascienden a los primeros puestos.
Por ejemplo, Francisco Martínez Ramírez (1870-1949), nacido y muerto en Tomelloso, es un segundón o secretario durante una parte de su vida. Estudia derecho y trabaja durante algún tiempo en el ayuntamiento de Málaga. A fines de siglo, ya en Madrid, es secretario de Melquiades Álvarez, político republicano por entonces. A comienzos del XX edita y dirige El Obrero de Tomelloso y encabeza diversas campañas favorables a la producción vinícola. Potencia, asimismo, la construcción del ferrocarril Tomelloso a Cinco Casas, cuya compañía dirige hasta 1932.
Primero quiero decir que no pongo en duda la necesidad de su presencia, dadas las características de nuestra vida política y administrativa. También que, afortunadamente, no todos esos cargos son ocupados por personas como las que ahora trataré de describir. Los segundones a que me refiero son déspotas, mezquinos, pelotilleros, rastreros y, en muchas ocasiones, “más papistas que el Papa”.
Con referencias del Diccionario de uso del español (1967), de María Moliner, depurada por el Régimen franquista, déspotas porque suelen imponer su voluntad a otros sin ninguna consideración a la de ellos; mezquinos en el sentido de que están faltos de generosidad y de nobleza, ademas de guiarse exclusivamente por el interés material, personal o partidista; pelotilleros ya que adulan y halagan frecuentemente a sus superiores; rastreros pues se valen para lograr sus propósitos de procedimientos viles, como la adulación o la delación; y “mas papistas que el Papa” debido a que generalmente exageran la defensa de cuestiones superando, incluso, a los directamente interesados (sus superiores, claro esta). Lo malo para ellos es que a la mayoría se les acaba, más tarde o más temprano, irremediablemente, el chollo o la bicoca.
Isidro Sánchez
Desde el revés de la inopia
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