viernes, 23 de noviembre de 2018

La única verdad (1)

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- 23 noviembre, 2018 – 09:51Sin comentarios

Hace unos meses escribía sobre la descalificación del diferente al reflexionar sobre la expresión izquierdear. Y afirmaba que bebe de una actitud habitual de la derecha ultranacionalista y católica española que, tradicionalmente, ha creído estar en posesión de la verdad, cosa que parece razonable. El problema surge cuando, en un segundo nivel, piensa que no sólo está en posesión de la verdad, también se considera depositaria de la “única verdad”.


isidroSanchez

En esa línea, vuelvo a recordar los recortes que cita Ángel Romera al escribir sobre un nacionalismo monárquico visigótico-católico, antiliberal y por entero empobrecedor: “nos quita a judíos, musulmanes, evangélicos, ilustrados, liberales, ateos, krausistas, republicanos, librepensadores, científicos, gallegos, vascos y catalanistas” (“Reivindicación del conde Juan Goytisolo”, miciudadreal, 11.6.2017). Claro, sólo los representantes de ese nacionalismo poseen la verdad y los demás están equivocados. Y, ya se sabe, la decadencia de España hay que achacarla a diversas herejías extranjeras, como protestantismo, liberalismo y socialismo, ismos abrazados por los españoles diferentes.

1998
1998

De aquellos polvos vienen estos barros. Quiero remover las raíces de una postura excluyente, con presencia todavía hoy en nuestro país, que no busca el diálogo con el diferente, con el otro, con el que piensa de forma distinta; que no plantea el razonamiento, el argumento y sólo pretende matar al mensajero. Un ejemplo se puede encontrar en “Desde el revés de la inopia”, sección semanal de miciudadreal.es. Generalmente, mis críticos no atienden a razones y se recrean, ocultándose en el anonimato, en embustes, falsedades, groserías, improperios, injurias, insultos, mentiras o patrañas.
A ellos, sobre todo, quiero recordarles parte de una conferencia del filósofo y ensayista José Ortega y Gasset, que dictaba en un cine de Madrid, ya vuelto del exilio, en 1949. La empezaba de la siguiente forma, según evocaba Gregorio Morán (El maestro en el erial. Ortega y Gasset y la cultura del franquismo (1998): “Señoras (pausa), señores (pausa), esto (pausa), que yo tengo en mi mano (pausa) es una manzana (gran pausa). Ustedes (pausa) la están viendo (gran pausa). Pero (pausa) la ven (pausa) desde ahí, desde donde están ustedes (gran pausa). Yo (gran pausa) veo la misma manzana (pausa) pero desde aquí, desde donde estoy yo (pausa muy larga). La manzana que ven ustedes (pausa) es distinta (pausa), muy distinta (pausa) de la manzana que yo veo (pausa). Sin embargo (pausa), es la misma manzana (sensación)… Lo que ocurre (pausa), es que ustedes y yo (gran pausa) la vemos con distinta perspectiva (tableau)”. Evidentemente, mi deseo es que en un medio como miciudadreal.es, que sigue en la brecha después de tantos años, las distintas perspectivas de la realidad (la manzana) puedan convivir en su seno de forma civilizada.

Sanbenito. Fuente Exposición Archivo Histórico Provincial de Cuenca (6.10.2017)
Sanbenito. Fuente Exposición Archivo Histórico Provincial de Cuenca (6.10.2017)

Es conocido por todos que las distintas visiones, las diferentes perspectivas, han tenido demasiados problemas en nuestra historia, ahogadas por la verdad oficial. Ya se encargó la Inquisición o Tribunal del Santo Oficio de laminar las diferencias respecto a la “única verdad” desde 1478, con los Reyes Católicos, hasta  1834, año de su abolición definitiva, a pesar de la suspensión temporal por las Cortes de 1812. Contra el diferente todo valía: abjuraciones, ajusticiamientos, autos de fe, destierros, galeras, cárceles, incapacitaciones, incautaciones, penitencias espirituales, sambenitos, torturas, vergüenzas públicas con azotes… Entonces, incluso, la pena de muerte se enmascaraba tras el eufemismo siguiente: relajación al brazo secular.
Se puede recordar sólo una muestra, con el caso de un encarcelado. Es la primera estrofa del soneto del siglo XVII atribuido a Manuel de Castro, preso judaizante juzgado y encarcelado por el Tribunal del Santo Oficio de Cuenca, encontrado en el muro Este del edificio de la cárcel: “Es tan grande mi pena y sentimyento / en esta prisión triste y rigurosa, / ausente de mis hijos y mi esposa / que de puro sentillo no lo siento”.
Pero no sólo se les ajusticiaba, encarcelaba o vejaba, también eran marcados como diferentes. Se trataba del Sambenito, prenda usada originalmente por penitentes católicos para mostrar arrepentimiento público por sus pecados, pero que después utilizó la Inquisición española para señalar a los condenados –a los diferentes– por el Tribunal, por lo que se convirtió en un potente símbolo de la infamia.

Placa que debían llevar los pobres
Placa que debían llevar los pobres

Otros diferentes también eran marcados, para dejar constancia de su condición. En el Antiguo Régimen fue habitual la realización por un cirujano de una tarja o incisión sangrante en un brazo a los niños expósitos recién ingresados en el establecimiento de caridad. En las instituciones de beneficencia, ya en el XIX, la identificación se hacía mediante un número puesto en marchamo de plomo, pendiente de un hilo o cordón, con el que se asignaba al expósito una identificación visible, que debía llevar colgada al cuello. A esos métodos responden las dos primeras acepciones de tarja en el Diccionario de la RAE: “tablita o chapa que sirve de contraseña” y “corte o hendidura que se hace como señal”. Además de diferentes, había que mostrar a la sociedad su situación.
Otros marcados muchas veces eran los indigentes. Diversas ordenanzas de diferentes ciudades contemplaban la obligación de que los pobres se colocaran una placa, como la que acompaña este artículo del Ayuntamiento de Ciudad Real, para distinguir al pedigüeño. No bastaba su apariencia de mendigo, era necesario también marcar al diferente.

Isidro Sánchez

Desde el revés de la inopia

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